Emilio Carrillo

Que duda cabe que la marcha del Ayuntamiento de Sevilla de Emilio Carrillo Benito supone un duro revés para los intereses ciudadanos de esta maltratada Ciudad. Se cansó de tanto ninguneo y luchas partidistas, que velan mas por sus propios intereses que por los de aquellos que les pagan con sus impuestos . Es la batalla política que siempre ganan los mediocres y los burócratas. No seré yo quien niegue la importancia en un sistema democrático de la fundamental importancia de los partidos. Con sus luces y sombras sin ellos la Democracia carecería de sentido. Pero que duda cabe, que son tan necesarios como perversos en sus batallas internas en busca de sus parcelas de poder. En definitiva sus componentes son personas y, sin dudar de sus nobles ideales, muchas veces–demasiadas quizás- aparcan lo colectivo en beneficio de lo personal. Nada nuevo bajo el sol y todo acorde con la condición humana. Basta repasar someramente la Historia de la antigua Roma, para ilustrarse de como las luchas fraticidas en el Senado por el poder terminaron por liquidar el Imperio (por cierto, sobre el particular los “idus de marzo” del socialismo sevillano, pueden consultarle a Emilio Carrillo que es una auténtica autoridad en la historia romana).

Muchos sevillanos –entre los que me cuento- tenían fundadas esperanzas en que este economista, que sueña y padece en verdiblanco, fuera el próximo Alcalde de Sevilla. Parece ser que nos van a dejar con las ganas. Lo cierto es que uno de pitoniso tiene menos futuro que el cirio de un nazareno, pues también creía que Juan Carlos Heras era un excelente candidato para la presidencia del Consejo de Hermandades y Cofradías y –sin desmerecer a don Adolfo Arenas a quien no tengo el gusto de conocer- me lucí una vez más. Afortunadamente hace tiempo que decidí no invertir ni un euro en los juegos de azar. ¿Para qué?. Mejor rédito le doy dandolo en el “cepillo” de la misa dominical.

Emilio Carrillo es culto y sevillano a la vieja y noble usanza. Bético de sentimiento con un profundo respeto a los del bando contrario. Socialista de la estela de don Julian Besteiro. Escritor brillante y excelso en su oratoria. Demócrata converso y confeso de los que saben encajar las críticas sin descomponerse. Profesor de Derecho Aministrativo (no me resisto a contar una anécdota sobre su faceta docente. Fue la siguiente: mi hija, entonces estudiante de Derecho, celebraba un cumpleaños en mi casa donde asistían varios compañeros/as de la Facultad. Pues bien, les escuché comentar de manera unánime que Emilio Carrillo era –con diferencia- el mejor profesor que habían tenido). Todo eso y –como diría Antonio Machado- …”algunos casos que recordar no quiero” es lo que se ha perdido está Ciudad tan necesitada de hombres de su talento y su talante. Pero lamentablemente no podrá ser. Ya le han dado las gracias por los servicios prestados. Han ensalzado –a buenas horas mangas verdes- sus grandes valores políticos y personales. Después de exhalar un profundo suspirio de alivio le han deseado toda la suerte del mundo en sus nuevos menesteres.





No le hace falta, pues seguirá siendo el que es y continuará brillando como economista, profesor de la Universidad, técnico de la Diputación, escritor o como ilustre ciudadano de la vieja Hispalis. En fin para que seguir, aunque para terminar y pensándolo bien……!Jod.., que pedazo de Presidente sería para el Betis!. Aunque no estoy seguro que le guste mucho a “donmanué”. Yo dejo la idea en el aire por si suena la flauta, y la cometa de la razón alguna vez no se me escapa de las manos. Lo triste es que políticos como Emilio –o Manuel Pimentel y Amalia Gómez para que no me llamen sectario- abundan tan pocos que perderlos es una “friovolité” que esta Tierra nuestra no se puede permitir. Pero como nos decía García Lorca en su Romancero gitano….”Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses”. Podríamos añadir que el “muerto” (romano y cartaginés) vuelve a sus nobles quehaceres cotidianos y el “vivo” (ni lo uno ni lo otro) a la dulce, impostada y cómoda poltrona.