martes, 7 de julio de 2009

La Ciudad no es para tí.

(“No somos lo que decimos, somos lo que hacemos” - Manolo Sanlúcar )

Un lunes, despues de cumplir mi compromiso semanal en San Nicolás de Bari, me entretenía paseando por la corteza de la Piel Sensible (ventajas de la prejubilación). A la altura de la Plaza de la Alfalfa me doy de bruces con mi amigo Julián. Un sevillano de pura cepa que ya ha sobrepasado la linea divisoria de los setenta años de edad. Este irreductible vecino de la Puerta de la Carne, que vino al mundo en la calle Doncellas, y que tiene previsto entregar la cuchara soñando primaveras entre Cano y Cueto y los Jardines de Murillo, simboliza en su persona cuanto el sevillano tiene de puro, ancestral y verdadero. Es filosófico, nostálgicó, zumbón y con un lenguaje andaluz y sevillano lleno de sabiduría, gracejo y vivencias asimiladas. Semanasantero sin alharacas ni artificios (creo que es hermano de Santa Cruz). Feriante que dejó colgado sus sentimientos lúdicos de manzanilla y albero en la Feria del Prado y que nunca pisó la de Los Remedios. Rociero que jamás hizo el camino ni presenció la salida de la Blanca Paloma. Poleoso comedido de taberna, que siempre encuentra a golpe de mollate la excusa perfecta para cultivar la amistad. Nada de la Ciudad le resulta ajeno ni indiferente. Tiene la enorme virtud –hoy lamentablemente en desuso- de saber dialogar, asumiendo que lo que importa es saber escuchar cuando te comentan cosas de interés. Su vestir siempre impoluto, incluso con las calores de la canícula (a destacar el brillo de sus zapatos), y sus andar parsimonioso apoyado en su bastón (debe tener los mismos que Antonio Gala) lo hacen formar parte de un entorno que se enriquece con su presencia. Estos sevillanos amantes del temple, exquisitos en sus modales y gozosos actores de la Sevilla Eterna, son hoy ignorados y despreciados por una progresía de salón que los considera caducos, arcaicos y trasnochados. Nos dicen que: son gente a los que se les paró el relój del tiempo. ¡Qué sabrán ellos que solo viven pendientes de aumentar sus dividendos e inmersos en paraísos artificiales!. Tener, trincar y ronear es el triángulo donde se apoya su triste existencia terrenal. Luego firmando manifiestos pro-abortistas o ensalzando las virtudes de la Isla de Cuba cubren su cuota de progres pseudo-modernistas. Pero en fin alla ellos con su materialista y falsa lectura de la vida.

Pues bien como os comentaba, me encuentro con Joaquín en la Alfalfa y despues de saludarme cariñosamente me suelta de sopetón…”Niño, ¿a ti que te parece este Alcalde que tenemos?. Como quiera que entiendo que la respuesta dá de largo para consumir un café, le propongo que lo tomemos en el cercano Horno de San Buenaventura. Una vez inmersos en el trasiego de los movimientos circulares de las cucharillas le devuelvo la pregunta comentándole: …..”bueno Joaquín, ¿y a ti que te parece el Alcalde?. Se rasca el mentón y me suelta…. “A mí me parece que este se mete en muchos berenjenales y luego no sabe como salir”. Dicho queda y ante una respuesta tan contundente solo restaría decir: amén. Pero él tiene mucho interés en conocer mi opinión. Dificil será mejorar la suya pero le debo una respuesta.

¿Qué que pienso yo por tanto de nuestro Alcalde?. Vayamos por parte para evitar mezclar churras con meninas. Las referencias que tengo de don Alfredo en lo personal a través de amigos que se precian de conocerlo, aducen que es una persona trabajadora, cercana, bondadosa, honrada y amigo de sus amigos. En definitiva un buena gente que decimos por estos lares. O un “tío cabal” según el argot del mundillo flamenco.
Pero aquí se trata de hacer una valoración del Alcalde y no de la de persona. ¡Ya se guardaría un servidor de hacer ningún tipo de comentario en el terreno de lo personal!. Eso es íntimo y sagrado. Hablemos pues del político y gestor municipal.
Solo en una ocasión pude tratarlo en la llamada distancia corta. Fue cuando como miembro de la Comisión Pro-Monumento a Manuel Vallejo nos reunimos con él en su despacho para cerrar definitivamente el acuerdo de colocar una escultura del cantaor en la Alameda. Nos dimos un apretón de manos y nos hicimos la foto de rigor. Pues bien hasta la fecha del monumento al genio flamenco de la calle Padilla nunca más se supo. Cuantas llamadas telefónicas hicimos desde la Comisión solo obtuvieran la callada por respuesta. No salíamos de nuestro asombro pero así ocurrieron unos hechos que nos dejaron patidifusos.

De todas formas visto como han dejado la Alameda y donde –y de que forma- han instalado el de Caracol (aparte de que hasta la fecha no saben donde ubicar el de La Niña de los Peines) mejor será dejar a Vallejo durmiendo el sueño de los justos. Es decir: inmerso en el grupo de los sevillanos ilustres y olvidados oficialmente. Total uno más que mas dá.

Si de lo que se trata en definitiva es de valorar la gestión pública y politica de don Alfredo Sánchez Monteseirín mi balance personal no puede ser más negativo. Es decir enlaza con lo peor de los alcaldes sevillanos de la Democracia, que exceptuando algunos retazos de la gestión de doña Soledad Becerril y Bustamente, no han sido capaces de situar a la Ciudad a la altura que demanda su pasado y precisa su presente y futuro (el avance propiciado por la Expo del 92, lo impulsó un Presidente del Gobierno nacido en Bellavista). Todas las grandes ciudades españolas tales como: Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Málaga, Córdoba….. han despegado notablemente gracias al empeño personal de alcaldes que se subieron al carro y tiraron hacia delante. Por encima de intereses partidistas antepusieron los de los ciudadanos que los habían votado. Entre los mismos figuran alcaldes del PP, PSOE, PNV e IU. Es decir toda la baraja de partidos politicos. ¿Y nuestra Sevilla?. ¿Qué le ha pasado a nuestra Ciudad’. Lamentablemente esa es su gran asignatura pendiente: la de contar con un Alcalde que sepa empuñar el timón del barco de la ciudad y luchar contra viento y marea. Alguien que cuente con los ciudadanos como aliados principales y sepa conducir a la Ciudad a cotas funcionales de modernidad, sin tener que alterar un ápice sus fundamentos históricos, sentimentales o artísticos.

Entiendo que nuestro actual Alcalde no ha sabido –o no ha podido- estar a la altura de las circunstancias que demandaba Sevilla. A él se debe la antológica frase de: “Es lo que tiene estar muy en vanguardia, que hay que esperar a los inventos para avanzar”. ¡Ahí queda eso!.

Es imposible caminar en positivo por los senderos de la política municipal cuando tienes que estar pendientes de tus flancos. En uno, intentando soslayar el que te cuestionen desde tu propio Partido. En el otro, procurando contentar a tus Socios de Gobierno (legitimados por los pactos pero no por el respaldo votante de los ciudadanos) para que no se te vayan a molestar.

Resulta sospechoso y sorprendente que si tan beneficioso ha sido el Pacto de Progreso para la Ciudad, porque no lo han reeditado en la Junta de Andalucía, posiblemente será que allí se consiguió la mayoría absoluta y no era preciso ningún molesto compañero de viaje. Sí o sí que diría el mandatario de Nervión.

Estoy convencido que nuestro Alcalde actual, a pesar de su largo mandato municipal, esta llamado a formar parte de una cohorte de recientes politicos andaluces, que al dejar sus cargos (eternos en el tiempo) fueron rápidamente amortizados u olvidados por la memoria colectiva de la gente. Sevilla actualmente es una Ciudad de encefalograma plano y sin pulso. Llena de grandes y polémicos proyectos de futuro, pero carente de una planificación global que sepa conjugar los problemas cotidianos con las necesidades futuras. No debía resultar tan dificil concensuar y razonar con los ciudadanos la manera de abordar los problemas y sus soluciones. Vivimos instalados en una pantomima participativa, donde se pretende convencer al personal que todo se hace con el pueblo y para el pueblo. Las sedes de los Distritos, aparte de sus funciones burocráticas, debían ser (como por ejemplo en Inglaterra) punto de encuentro entre concejales y vecinos, pero evidentemente aquí solo nos referimos a Europa en aquellas cuestiones que nos son afines y nos interesa resaltar.

Me despido de Julian en la esquina de la calle Alcaicería, esperando que no se demore mucho en el tiempo el bamboleo del capirote de Casa Rodríguez y ambos llegamos a una misma conclusión: larga vida a don Alfredo en lo personal, familiar y profesional pero, a ser posible, que sea cortita en el campo de la política municipal.

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