El pasado día 2 del corriente leo en el “Diario de Sevilla” el siguiente titular:
“SEIS CONSEJEROS EJECUTIVOS DEL SANTANDER COBRARÁN 251 MILLONES EN PENSIONES”
“Pueden prejubilarse a los 50 años con diez de antigüedad. El Consejero Delegado (Alfredo Sáenz) será quien más reciba, 80,7 millones. Corbacho (actual Ministro de Trabajo) califica las cifras de escandalosas”.
Tiene mucha razón el señor Corbacho para escandalizarse, pero no menos escandalosa fue la ayuda económica que su Jefe le proporcionó a la Banca. Fue la primera medida de choque que tomó nuestro Gobierno para salir de la crisis (la misma que tardó una eternidad en reconocer). Se trataba de evitar que se cerrara el grifo de los créditos bancarios que, a intereses tan “bajísimos”, nos prestaban para adquirir nuevas viviendas, arreglar nuestras maltrechas casas o reparar nuestros anticuados pisos. Con los mismos podíamos cambiar coches obsoletos que eran “carne de taller”, por otros más acordes con los que circulaban por la vieja Europa. También para paliar dificultades financieras coyunturales en pequeñas y medianas empresas. Pero, ¿dónde fueron a parar los millones de euros prestados a la Banca procedentes del erario público? Como diría –o mejor cantaría- el cantante de Linares…..”Escándalo, esto es un escándalo”. Un escándalo y una vergüenza difícil de digerir por las personas decentes, honradas y trabajadoras de este sufrido país. Cuesta trabajo creer, que las muchísimas familias española con todos sus miembros en edad de trabajar parados, no se tiren al monte para unirse a algún grupo de maquis. Lo dejo escrito Bertolt Brecht: “las revoluciones se producen en los callejones sin salida”.
En otra página del “Diario de Sevilla” citado se nos ofrece otro titular que tampoco tiene desperdicio. Dice así:
“Según los sindicatos convocantes (UGT y CCOO) la manifestación de 1º de Mayo en Sevilla reunió a 10.000 manifestantes”.
Vamos por parte: el lema principal de la manifestación era “Contra el paro” y “Por la creación de puestos de trabajo”. Pues bien, según datos muy recientes de la EPA (Encuesta de Población Activa) el número “oficial” de parados en Sevilla asciende a 231.400 personas. Si damos por supuesto que los sindicalistas liberados fueron todos a la manifestación, y que su número (posiblemente todavía no lleguen a los 10.000, pero todo se andará) es bastante elevado, podríamos preguntarnos: ¿Cuántos parados de los 231.400 estimados oficialmente fueron a la manifestación? ¿Qué nivel de credibilidad tienen los Sindicatos en la actualidad para que los propios parados no vayan a manifestarse contra su principal problema: el paro?
A partir de aquí podríamos abrir, un reguero interminable de preguntas, sobre que representan en la actualidad los sindicatos ante los graves problemas que padecen los trabajadores. Pero resulta todo tan evidente que ni merece la pena abrir este debate.
Cuando uno ha conocido –y participado activamente- en la configuración y el desarrollo de sindicatos libres, formados por trabajadores que empleaban su tiempo y su dinero en la defensa de los de su clase, duele asomarse hoy al patio de los sindicatos y verlo lleno de bonitas macetas que los gobiernos riegan y abonan. Esto no deja de causarnos perplejidad y una buena dosis de tristeza. Cuando empezó a fraguarse la figura sindical del “liberao” muchos ya llegamos a la conclusión que nuestro tiempo era de pretérito perfecto simple (también llamado pasado). Había comenzado la era del “funcionariado sindical”. Ahora ante una situación laboral tan delicada ni el trabajador sabe a donde ir ni el sindicalista a donde acudir. Una vez mas -¿y van?- se cogen de la mano en nuestra Historia el pesimismo y el realismo.
Leía hace unos días una más que interesante entrevista a uno de los españoles de mente más lucida y preclara, don Antonio Garrigues Walker. En la misma consideraba –entre otras muchas cosas- que: “España carece en la actualidad de una autentica sociedad civil articulada, y esto lo considero un hecho bastante trágico”. Rotundamente cierto. No podemos estar siempre esperando a que venga a rescatarnos el “Séptimo de Caballería “. Que lleguen por fin “los nuestros” a sacarnos las castañas del fuego. Bien cierto es que España –a niveles de parámetros económicos- no es Grecia, pero no nos engañemos, tampoco es Alemania. En el país heleno decenas de años de corrupción y rapiña han llevado a su economía a una absoluta bancarrota. Ahora la UE sale en su ayuda con un préstamo inicial de 110.000 millones de euros, los mismos que tendrán (¿) que devolver con sus intereses correspondientes. Para este fin se utilizarán los mecanismos de controles de austeridad rutinarios. A saber: congelación salarial, recortes sociales y fuerte subida de impuestos. Lo de siempre: los que han sido saqueados tendrán que pagar al final las fianzas de los saqueadores. Nada nuevo bajo el sol. Aunque este ya empieza a quemarnos en exceso.
“SEIS CONSEJEROS EJECUTIVOS DEL SANTANDER COBRARÁN 251 MILLONES EN PENSIONES”
“Pueden prejubilarse a los 50 años con diez de antigüedad. El Consejero Delegado (Alfredo Sáenz) será quien más reciba, 80,7 millones. Corbacho (actual Ministro de Trabajo) califica las cifras de escandalosas”.
Tiene mucha razón el señor Corbacho para escandalizarse, pero no menos escandalosa fue la ayuda económica que su Jefe le proporcionó a la Banca. Fue la primera medida de choque que tomó nuestro Gobierno para salir de la crisis (la misma que tardó una eternidad en reconocer). Se trataba de evitar que se cerrara el grifo de los créditos bancarios que, a intereses tan “bajísimos”, nos prestaban para adquirir nuevas viviendas, arreglar nuestras maltrechas casas o reparar nuestros anticuados pisos. Con los mismos podíamos cambiar coches obsoletos que eran “carne de taller”, por otros más acordes con los que circulaban por la vieja Europa. También para paliar dificultades financieras coyunturales en pequeñas y medianas empresas. Pero, ¿dónde fueron a parar los millones de euros prestados a la Banca procedentes del erario público? Como diría –o mejor cantaría- el cantante de Linares…..”Escándalo, esto es un escándalo”. Un escándalo y una vergüenza difícil de digerir por las personas decentes, honradas y trabajadoras de este sufrido país. Cuesta trabajo creer, que las muchísimas familias española con todos sus miembros en edad de trabajar parados, no se tiren al monte para unirse a algún grupo de maquis. Lo dejo escrito Bertolt Brecht: “las revoluciones se producen en los callejones sin salida”.
En otra página del “Diario de Sevilla” citado se nos ofrece otro titular que tampoco tiene desperdicio. Dice así:
“Según los sindicatos convocantes (UGT y CCOO) la manifestación de 1º de Mayo en Sevilla reunió a 10.000 manifestantes”.
Vamos por parte: el lema principal de la manifestación era “Contra el paro” y “Por la creación de puestos de trabajo”. Pues bien, según datos muy recientes de la EPA (Encuesta de Población Activa) el número “oficial” de parados en Sevilla asciende a 231.400 personas. Si damos por supuesto que los sindicalistas liberados fueron todos a la manifestación, y que su número (posiblemente todavía no lleguen a los 10.000, pero todo se andará) es bastante elevado, podríamos preguntarnos: ¿Cuántos parados de los 231.400 estimados oficialmente fueron a la manifestación? ¿Qué nivel de credibilidad tienen los Sindicatos en la actualidad para que los propios parados no vayan a manifestarse contra su principal problema: el paro?
A partir de aquí podríamos abrir, un reguero interminable de preguntas, sobre que representan en la actualidad los sindicatos ante los graves problemas que padecen los trabajadores. Pero resulta todo tan evidente que ni merece la pena abrir este debate.
Cuando uno ha conocido –y participado activamente- en la configuración y el desarrollo de sindicatos libres, formados por trabajadores que empleaban su tiempo y su dinero en la defensa de los de su clase, duele asomarse hoy al patio de los sindicatos y verlo lleno de bonitas macetas que los gobiernos riegan y abonan. Esto no deja de causarnos perplejidad y una buena dosis de tristeza. Cuando empezó a fraguarse la figura sindical del “liberao” muchos ya llegamos a la conclusión que nuestro tiempo era de pretérito perfecto simple (también llamado pasado). Había comenzado la era del “funcionariado sindical”. Ahora ante una situación laboral tan delicada ni el trabajador sabe a donde ir ni el sindicalista a donde acudir. Una vez mas -¿y van?- se cogen de la mano en nuestra Historia el pesimismo y el realismo.
Leía hace unos días una más que interesante entrevista a uno de los españoles de mente más lucida y preclara, don Antonio Garrigues Walker. En la misma consideraba –entre otras muchas cosas- que: “España carece en la actualidad de una autentica sociedad civil articulada, y esto lo considero un hecho bastante trágico”. Rotundamente cierto. No podemos estar siempre esperando a que venga a rescatarnos el “Séptimo de Caballería “. Que lleguen por fin “los nuestros” a sacarnos las castañas del fuego. Bien cierto es que España –a niveles de parámetros económicos- no es Grecia, pero no nos engañemos, tampoco es Alemania. En el país heleno decenas de años de corrupción y rapiña han llevado a su economía a una absoluta bancarrota. Ahora la UE sale en su ayuda con un préstamo inicial de 110.000 millones de euros, los mismos que tendrán (¿) que devolver con sus intereses correspondientes. Para este fin se utilizarán los mecanismos de controles de austeridad rutinarios. A saber: congelación salarial, recortes sociales y fuerte subida de impuestos. Lo de siempre: los que han sido saqueados tendrán que pagar al final las fianzas de los saqueadores. Nada nuevo bajo el sol. Aunque este ya empieza a quemarnos en exceso.
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