viernes, 2 de julio de 2010

Divorcio a la española



El martillo de la crisis golpea implacable el yunque de nuestras vidas echando chispas por todas partes. Nada se escapa a esta situación de “vacas flacas” (flacas por que le han vaciado las ubres unos cuantos mamones, dicho sea con total animo peyorativo) y todo, y casi todos, está/mos cogido/s con alfileres. El tema de las separaciones matrimoniales que se había incrementado espectacularmente en los últimos años, ha sufrido un parón importante. Ya la gente y, a menos que el deterioro en la relación de pareja sea grave, aguanta la convivencia como buenamente puede. No hay dinero para las tramites del “hasta luego Lucas”. Como dirían por tierras catalanas “la pela es la pela”, a lo que añadirían la gente del color bronce que: “andamo cortito de jurdele”. Conozco el caso de matrimonios que “conviven” hablándose solamente lo sucinto y, durmiendo en habitaciones separadas. Tienen claro que en cuanto la economía presente un ligero repunte tirarán cada uno por su lado. Esto me presumo que desgraciadamente va para largo. Como ya han decidido no acostarse, al menos que se sienten. Primero se creó el Divorcio Express para agilizar los farragosos trámites burocráticos y, en la actualidad, han creado el Parón Express dado que la cosa anda cortita.


Hoy día hay conceptos que sinceramente no me gustan nada. Cuando te preguntan: ¿estado civil?, y contestas: separado, tienes la sensación o bien que te miran con envidia, o si acaso te escudriñan como si fueras un bicho raro. Es verdad que el término de separado tiene buena o mala prensa pero no deja a nadie indiferente. Te dicen: “¿qué te has separado?, vaya hombre pues lo lamento”. Otros no se cortan ni un pelo y te comentan: “eso mismo tendría que haber yo hace tiempo”. Creo que el estado civil es equiparable a la situación de los taxis. Puedes estar libre, ocupado o fuera de servicio (me temo que esto último es lo que mejor me cuadra actualmente). Sinceramente no sabría decir cuando he sido más feliz. Lo era cuando estaba soltero, lo fui cuando estaba casado y lo soy ahora que me encuentro separado. Eso si, asumiendo que la felicidad es legítimamente deseable, pero difícilmente alcanzable. Depende de momentos, circunstancias y avatares varios que la vida te proporciona en cada situación. Es como una paloma que cuando le estás acariciando el lomo levanta el vuelo y se te escapa por los aires. Estos últimos años el incremento de separaciones ha sido impresionante. Recién casados o tardo casados, han decidido terminar una relación que entienden que estaba varada en el puerto del desamor. Lógicamente, me estoy refiriendo en este Toma de Horas a las separaciones pacificas, cívicas y razonadas jurídicamente que son la mayoría. No es cuestión de frivolizar con aquellas donde impera el salvajismo, los malos tratos, la calumnia, el engaño y los crímenes más pérfidos. Dios me libre de elucubrar con esta malévola lacra social. Estamos posiblemente en una sociedad labrada sobre la libertad –mas real en las formas que en el fondo- y, donde en muchos casos afortunadamente, nadie tiene que sacrificar su personalidad en aras de no se que concepto caduco de familia estructurada. Conocí casos en mi infancia corralera de extremo y sádico machismo, asumido por mujeres que por defender la supervivencia de sus hijos, aguantaron lo que no hay en los escritos. Hoy hemos pasado, parece ser, del estar “calvo a tener siete pelucas”.

Os refiero un caso que viví de cerca y que lamentablemente no es excepcional. El hijo de un amigo mío se casó en julio del año pasado. Pues bien, en ¡septiembre! decidieron separarse pues habían llegado a la conclusión de que no había “feeling” entre ellos. Lo extraño es que en los ¡9años! que estuvieron de novios no detectaran estas incompatibilidades.

Las secuelas de esta separación la padecerán los padres de ambos. Facilitaron los avales correspondientes para que sus hijos formaran su “nido de amor” y ahora han quedado hipotecados para muchos años. Alguien dijo, creo que acertadamente, que una relación de parejas es cosa de dos y que tres son multitud. Hoy es cuestión de dos más el plus que proporcionan suegras, cuñadas, vecinos, hermanos, amigos, compañeros de trabajos, abogados, procuradores y jueces. Hemos cambiado radicalmente y donde antes nos decían: “hasta que la muerte os separe”; ahora te dicen: “apechugad con lo que la suerte os depare”.

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