Lola es una joven muchacha natural de Las Cabezas de San Juan. Posee una belleza deslumbrante de mujer a la italiana. La cima más alta de la guapura femenina siempre estuvo y estará en la tierra de Sofía, Claudia y Gina. Dolores, Lolita, Lola, llega a Sevilla todos los días procedente del terruño de Carlos Marchena y Fernando el Herrero. Allí donde Rafael del Riego el día 1 de enero de 1820 restauró la abolida Constitución de 1812. Creándose el primer periodo de monarquía constitucional en España. Empezaba lo que fue conocido como el Trienio Liberal (1820-1823). Cuando Lola deja atrás Bellavista da igual que el día sea nublado y gris. Ella lo encandila y le da luz con su andaluza hermosura. Resulta extraño que Sevilla no la reciba cada día a la altura del Campo del Betis con una banda de música. Quede claro que estas apreciaciones las hago desde mi atalaya de abuelo recién estrenado. La veo y la admiro como podría hacerlo con cualquiera de mis hijas.
Juan (Jean Baptiste) es un muchacho francés que se encuentra en Sevilla intentando cogerle el aire al idioma de Cervantes. Anda como los pingüinos: lentamente y bamboleando su cuerpo hacia los lados. Es pura bondad y demuestra una educación exquisita. Nació en la Normandía francesa. Allí donde un 6 de junio de 1944 desembarcaron las tropas aliadas para comenzar la liberación de Europa (terminó el día 25 de agosto con la entrada en Paris) del yugo del nazismo. Dentro de muy pocos días se vuelve a su tierra francesa. Tuvo serias dificultades para entendernos. Se encontraba desconcertado dada la velocidad que le imprimimos a nuestra peculiar –y hermosa- manera de hablar el castellano. Vamos a notar su ausencia tanto como él –a no dudar- notará la nuestra. Sabe que es uno más de los rendidos a los pies de la Giralda. Las flechas de las callejas del barrio de Santa Cruz se le han quedado clavadas en el fondo de sus sentimientos. Es joven, muy joven, y seguro que volverá a visitarnos de nuevo. Ya no lo hará como su primera vez imbuido en su condición de “guiri”, ahora cuando vuelva sabe que él ya no está en tierra extraña. En definitiva Juan “el Francés” es por derecho propio: uno de los nuestros.
Santa Genma es una Residencia de Mayores ubicada en la calle Brasil del Barrio del Porvenir. Se encuentra a escasos metros de la Parroquia de San Sebastián, sede de la Hermandad de la Paz, la misma que se impregna de primavera cada Domingo de Ramos a su paso por el Parque. Emotivo, tremendamente emotivo, resulta cuando a la ida pasa la cofradía por la puerta de la Residencia. Allí donde las miradas cansadas de años y vida se cubren del brillo de la fe y el fulgor de la esperanza. Aquí en esta casa (la considero más una casa que una residencia) pasa mi santa madre sus últimos días terrenales. Aquí, en este chalé reducto de la Exposición Iberoamericana del 29 (como todo el Barrio en su conjunto), trabaja Lola de asistenta y, Juan “el joven gabacho”, colabora eficaz y cariñosamente en tareas de acercamiento a los ancianos mientras aprende nuestro idioma. Aquí, desde donde se huele y se palpa con la mano el Parque de María Luisa, Lola y Juan, Juan y Lola, han establecido una sana amistad que nace de la nobleza de la juventud y el verdadero aprecio.
Todavía Juan tiene algunas dificultades para entendernos, sobre todo cuando Lola le dice: “cucha Juan, dale una miraita a Ana que yo le voy a dá un manguerazo ar patio”. Juan se rasca la cabeza y seguro que pensará para sus adentros como puñetas pudo empezar don Miguel de Cervantes el Quijote en la calle Sierpes sevillana.
La vida configura extraños compañeros de viaje con un recorrido vivencial relativamente corto. Las Cabezas de San Juan y Normandía, unidas amigable y bondadosamente en torno a personas jóvenes y, a aquellas que se encuentran ya en el embarcadero de los que no han de tornar.
Se hace verdad, una vez más, que en definitiva el ejercicio de madurar consiste en saber valorar en positivo los encuentros y desencuentros que la vida nos reserva. Luces y sombras; gozos y penas; idas y venidas; venturas e infortunios, todo, absolutamente todo, queda enmarcado dentro del mágico círculo del que entramos y salimos los humanos. Experimentamos al vivir y, la vida a su vez experimenta con todos nosotros.
Juan (Jean Baptiste) es un muchacho francés que se encuentra en Sevilla intentando cogerle el aire al idioma de Cervantes. Anda como los pingüinos: lentamente y bamboleando su cuerpo hacia los lados. Es pura bondad y demuestra una educación exquisita. Nació en la Normandía francesa. Allí donde un 6 de junio de 1944 desembarcaron las tropas aliadas para comenzar la liberación de Europa (terminó el día 25 de agosto con la entrada en Paris) del yugo del nazismo. Dentro de muy pocos días se vuelve a su tierra francesa. Tuvo serias dificultades para entendernos. Se encontraba desconcertado dada la velocidad que le imprimimos a nuestra peculiar –y hermosa- manera de hablar el castellano. Vamos a notar su ausencia tanto como él –a no dudar- notará la nuestra. Sabe que es uno más de los rendidos a los pies de la Giralda. Las flechas de las callejas del barrio de Santa Cruz se le han quedado clavadas en el fondo de sus sentimientos. Es joven, muy joven, y seguro que volverá a visitarnos de nuevo. Ya no lo hará como su primera vez imbuido en su condición de “guiri”, ahora cuando vuelva sabe que él ya no está en tierra extraña. En definitiva Juan “el Francés” es por derecho propio: uno de los nuestros.
Santa Genma es una Residencia de Mayores ubicada en la calle Brasil del Barrio del Porvenir. Se encuentra a escasos metros de la Parroquia de San Sebastián, sede de la Hermandad de la Paz, la misma que se impregna de primavera cada Domingo de Ramos a su paso por el Parque. Emotivo, tremendamente emotivo, resulta cuando a la ida pasa la cofradía por la puerta de la Residencia. Allí donde las miradas cansadas de años y vida se cubren del brillo de la fe y el fulgor de la esperanza. Aquí en esta casa (la considero más una casa que una residencia) pasa mi santa madre sus últimos días terrenales. Aquí, en este chalé reducto de la Exposición Iberoamericana del 29 (como todo el Barrio en su conjunto), trabaja Lola de asistenta y, Juan “el joven gabacho”, colabora eficaz y cariñosamente en tareas de acercamiento a los ancianos mientras aprende nuestro idioma. Aquí, desde donde se huele y se palpa con la mano el Parque de María Luisa, Lola y Juan, Juan y Lola, han establecido una sana amistad que nace de la nobleza de la juventud y el verdadero aprecio.
Todavía Juan tiene algunas dificultades para entendernos, sobre todo cuando Lola le dice: “cucha Juan, dale una miraita a Ana que yo le voy a dá un manguerazo ar patio”. Juan se rasca la cabeza y seguro que pensará para sus adentros como puñetas pudo empezar don Miguel de Cervantes el Quijote en la calle Sierpes sevillana.
La vida configura extraños compañeros de viaje con un recorrido vivencial relativamente corto. Las Cabezas de San Juan y Normandía, unidas amigable y bondadosamente en torno a personas jóvenes y, a aquellas que se encuentran ya en el embarcadero de los que no han de tornar.
Se hace verdad, una vez más, que en definitiva el ejercicio de madurar consiste en saber valorar en positivo los encuentros y desencuentros que la vida nos reserva. Luces y sombras; gozos y penas; idas y venidas; venturas e infortunios, todo, absolutamente todo, queda enmarcado dentro del mágico círculo del que entramos y salimos los humanos. Experimentamos al vivir y, la vida a su vez experimenta con todos nosotros.
Muchas gracias por hacer parte de esta historia muy bien escrita.
ResponderEliminarNunca olvidaré mi experiencia en Sevilla, Santa Genma, sus residentes, las chicas, y claro, las familias de los residentes.
Soy francés (el francés) pero sé que escribes muy bien y tu historia me emociona...