miércoles, 22 de septiembre de 2010

La escalera sevillana de Jacob



(La escalera de Jacob es una escalera mencionada en la Biblia (Génesis 28:11-19) por la que los ángeles ascendían y descendían del cielo).

Si esto lo dice la Biblia no seré yo quien desmienta a tan santa y sabia señora. Pero, con permiso de la autoridad y si los tiempos que corren no lo impiden, la escalera de Jacob sevillana está –y estará siempre- justo al fondo de la Basílica del Gran Poder. Sus peldaños de consuelo y sosiego se comienzan a subir por su parte izquierda y, se bajan por la derecha hasta rozar con la mano un hermoso azulejo de la Reina de San Gil. Allí no solo ascienden y descienden ángeles sino, por el contrario, también –desgraciadamente- demonios como el que el pasado día 20 de junio lo hizo para agredir al Señor de Sevilla. Nos dejó titiritando las paredes del alma y, aquella noche de domingo, entró la barbarie allí donde los sevillanos buscamos la paz y la memoria sentimental. No se que habrá sido de este “desequilibrado” ni me importa lo más mínimo. Si sé las secuelas de su “gesta”. A partir de ese nefasto día la “escalera sevillana de Jacob” permanece cerrada a cal y canto la mayoría de los días de la semana. La Junta de Gobierno que tan dignamente preside Enrique Esquivias de la Cruz, se ha visto obligada a incrementar las medidas de seguridad en el camarín de Nuestro Sevillano más ilustre. Lamentablemente esto tiene un efecto rebote: a la vez que ponemos necesarias barreras contra los vándalos, también alejamos a los fieles de su necesaria cercanía con el Señor. No se puede obviar que el incremento de la seguridad -a tenor de lo ocurrido en la Basílica- era necesario e inevitable. Pero causa tristeza comprobar como personas mayores buscan la mejor ubicación en el Templo. Intentan en definitiva estar más a la vista del Hijo de Dios. Verlo y que Él vea que están allí. Se les nota desorientada. Antes, a duras penas muchas veces, subían la “escalera sevillana de Jacob” para situarse justo a la espalda del Señor. Besaban o tocaban suavemente con las yemas de los dedos su divino talón. Le dejaban hermosos ramos de claveles y susurraban una suplica que encerraba más el sonido de la confidencia que el de la oración. Veían y se estremecían ante la cercanía de su espalda encorvada por el peso de la cruz y su rotundo perfil barroco. Con su zancada siempre presta para arrancar a caminar y que parecía decirles: “no desfallezcas, no te pares, aguanta, sígueme y camina, camina, camina………”

Todo este cúmulo de sensaciones y emociones, cosidas a sangre y fuego al ejercicio de vivir, nos han sido sustraídas. Como escribió Miguel Hernández: “Un hachazo invisible y homicida; un empujón brutal te (nos ha) derribado”. Pero nos mantenemos vivos y firmes gracias a tu misericordia divina. Tú, siempre Tú, posibilitas el que podamos seguir buscándote en la margen derecha de la Plaza de San Lorenzo. Malos tiempos corren para la tolerancia y la cordura. Pero: ¿qué te voy a contar yo a Ti que ya no sepas? Me viene a la memoria un fandango que le escuché de niño a un cantaor amigo de mi padre y que decía así:



Al Señó del Gran Poé
le ví a quitá las espinas;
porque yo no pueo vé
por carita tan divina
gotas de sangre corré.

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