viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Y Sevilla?






“Yo no me atrevo a criticar sino lo que es mío –mis actos, o lo que como mío considero- mi Ciudad, mi Sevilla” - José María Izquierdo -



Manuel, el “malo” de los Machado, escribió un hermoso poema dedicado a las ocho provincias andaluzas, lo encabezaba –no podía ser de otra manera- con un: “Cádiz salada claridad y lo remataba con un…. ¡y Sevilla! Sobraban los comentarios laudatorios hacia la Tierra de María Santísima. Para que más epítetos si diciendo su nombre ya estaba todo dicho. ¡Y Sevilla!, nos decía en el ayer Manuel Machado y nosotros en un hoy, tan confuso como desesperante, podríamos preguntarnos: ¿y Sevilla? ¿Dónde camina Sevilla en la actualidad “gestionada” por estos impresentables que ni la quieren ni la sienten? Un barco a la deriva, dando vueltas sobre su eje milenario en el Muelle de la Sal, comandado por una legión de oportunistas y sectarios que solo viven pendientes de alimentar sus propios intereses.


La Historia más reciente de esta Ciudad de sombra y luz se vértebra en dos ejes fundamentales: sus Exposiciones. La Iberoamericana de 1929 y la Universal de 1992. Atrás quedó prendido en la nebulosa de los tiempos su siempre omnipresente esplendor romano. Su exquisitez –en el fondo y la forma- de su legado andalusí. El destino portuario de los barcos que nos llegaban de ultramar tras la conquista del Nuevo Mundo. Traían en sus desvencijadas bodegas codiciadas cargas de oro, plata, café, tabaco y especias. Sevilla, siempre cenicienta y maltratada en el pasado más reciente por el franquismo (bien caro pagamos los sevillanos las drásticas diferencias de Franco con Queipo de Llano y el Cardenal Segura) y hoy, por unos políticos “demócratas” de pan pringao. Ambas Exposiciones sirvieron para cambiar sustancialmente las estructuras urbanas de la Ciudad y, situarla de manera armoniosa dentro de la modernidad de la Vieja Europa. Dos políticos han sido fundamentales en el desarrollo de la Ciudad en el último tramo del siglo XX. Curiosamente de pensamiento político claramente divergente: un franquista y un socialista democrático (socialdemócrata). Me refiero evidentemente a, don José Utrera Molina, el político que históricamente más viviendas construyó en Sevilla para las clases populares (fueron miles y miles) y a, don Felipe González Márquez, que con las coordenadas de la Expo del 92 metió a Sevilla de cabeza en el siglo XXI. Como es habitual en esta tierra de memoria tan frágil, oportunista y olvidadiza, ninguno de ellos ha sido reconocido en su importantísima contribución al desarrollo de la Ciudad. Utrera Molina, tenía –o tiene- una Avenida que el rodillo de la “Ley de la Memoria Histórica” se ha llevado –o se llevará- por delante (ignoro si la tiene todavía, pero lo que es innegable es que estará apuntada en el “Libro Rojo” de algún resentido). Del político de Bellavista, para alguien como un servidor que se declara felipista converso y confeso ya ni les cuento. Cada intento del Grupo Socialista del Ayuntamiento sevillano de nombrarle Hijo Predilecto de la Ciudad, termina chocando con el sectarismo y la miopía política de los populares. ¿Así pretende gozar el PP del beneplácito mayoritario de los sevillanos en las urnas? Me temo que o espabilan por la vía del sentido común o tendremos una nueva reedición del Pacto de Progreso. Tiempo al tiempo. ¡Que Dios nos coja confesaos!
Sevilla ya hace tiempo que está en la UVI de la política nacional y su estado es de encefalograma plano. Distintas ciudades nos enseñan de continuo sus matriculas en la autopista de la modernidad, y muestran el resultado de las cosas bien hechas. Nos adelantan por la izquierda y por la derecha. Valencia, Bilbao, Zaragoza o Málaga ya funcionan a distinta velocidad que nosotros. Aquí estamos en manos de unos “jerarcas” municipales, más preocupados de abandonar el barco que se hunde (por su ineficaz gestión) que de remar con el resto de los tripulantes. Afortunadamente, la mayoría de ellos ya tienen fecha de caducidad política.

Quien gobierne la Ciudad, bien sea don Juan Ignacio Zoido o por el contrario, don Juan Espadas (por cierto, ¿cuando va a salir de la cueva este hombre?), sería deseable que lo hiciera en solitario y con el aval de mayorías absolutas. Difícil, muy difícil lo va a tener. Lo que resulta inadmisible, es poner nuestro incierto destino de sevillanos en manos de un Grupo, cuyo respaldo en votos es equivalente al número de vecinos de mi calle. Lo fundamental es que cuando alguien nos pregunte: ¿y Sevilla?, podamos decirle, ¿Sevilla?, ahí la tienes caminando esplendida y solidaria hacia su futuro.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por la referencia que hace a la labor de mi padre en Sevilla, que le trasladaré de inmediato y sé que le emocionará, como todo lo que viene de esa tierra a la que tanto quiere. Como hijo suyo y como sevillano de nacimiento y corazón, gracias.

    Y suscribo de la cruz a la fecha todo lo que dice en la entrada.

    Un saludo

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  2. Me temo que olvidé firmar mi anterior comentario y para que no haya equívocos, puesto que se hace referencia a dos personas, lo hago ahora:

    Luis Felipe Utrera-Molina Gómez

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