domingo, 30 de enero de 2011

Entre cristianos anda el juego


Suerte, enorme suerte, es la que tenemos los aficionados al buen fútbol de que los dos mejores futbolistas de la actualidad militen en la Liga española. Son jóvenes, rabiosamente jóvenes, y esto no ha sido óbice, para que ambos hayan saboreado ya las dulces mieles del triunfo en sus exitosos carrerones futboleros.
Son distintos en las formas pero quizás coincidentes en el fondo. Piensan y desarrollan, a una velocidad vertiginosa, extraordinarias jugadas que, no pocas veces, terminan en el fondo de las redes contrarias. Sus perfiles fuera de la cancha son claramente divergentes y, en ese terreno, sería misión imposible buscarles afinidades. A ambos les une, aparte de sus excelsas cualidades futbolísticas, un sentido cristiano de la existencia. Los dos desarrollan una ingente tarea en beneficio de los más desfavorecidos, la misma que muchas veces –fundamentalmente en el caso de uno de ellos- queda disimulada por una vida cuyas formas entran de lleno en el lujo y la ostentación (los “periodistas” del corazón se han llevado un gran chasco, pues el “gran juerguista”, al que pensaban sacar mucho jugo, lleva una vida monacal en la Villa y Corte. Todavía –y toquemos “madeira”- desde que llegó a los madriles no le han pillado en un renuncio).

Sobra decir a estas alturas que me estoy refiriendo a Cristiano Ronaldo y a Leo Messi. Máximas figuras del Madrid y Barcelona, respectivamente y, que han conseguido sin pretenderlo que la Liga española tenga dos velocidades: la de ellos y la de los demás equipos (si el Betis consigue -¡al fin!- subir a Primera ya esto sería cosa de tres). Ambos proceden de familias trabajadoras y sus orígenes se configuran en humildes barrios obreros. Explotaron muy jóvenes para la galaxia pelotera y ahí presumimos que estarán –afortunadamente- algunos años más.

Lionel Andrés Messi, Leo Messi, nació en Rosario (Argentina) un 24 de junio de 1987. De niño ya deslumbraba con las habilidades que mostraba su zurda de oro. Sus padres estaban ciertamente preocupados, pues observaban que el niño Leo no tenía un crecimiento acorde con su edad (todo como consecuencia de una enfermedad hormonal). Cruzaron el charco y arribaron en Barcelona (donde ya tenían noticias de las habilidades de este niño argentino de 13 años de edad). Siguió un riguroso tratamiento médico a la par que se formaba en la Masía como futbolista y como persona. Luego lo demás es conocido por todos los amantes al fútbol. Debuta con 16 años ante el Español en partido oficial (el jugador en hacerlo más joven en la Historia del F.C. Barcelona). Sus logros son increíbles en un jugador tan joven, habiendo conquistado a nivel personal y de club todo lo habido y por haber. Si su trayectoria no la corta algún “tuercebotas” de turno, creo que estamos ante el mejor jugador de la Historia del Fútbol. Tiempo al tiempo.
El portugués nació en Funchal, Madeira, un 5 de febrero de 1985. Llegó con 16 años al Sporting de Lisboa causando la admiración y el asombro por su vertiginosa velocidad y su pegada de balón. El Manchester United se fija en él y lo contrata cuando contaba 18 años de edad. Los éxitos y los goles que consigue son estratosféricos a titulo individual, quedándole algunas aristas pendientes en lo colectivo. Hace un par de años aterrizó en el Real Madrid (el Equipo para el que estaba predestinado), y sigue marcando goles a pares –y a veces a trío- para deleite de los aficionados merengues. Este año puede –y debe- ser el suyo a la hora de conquistar títulos (siempre, eso si, contando con don Leo).
El fútbol, el buen fútbol, tiene la suerte que estos dos “monstruos” hayan coincidido en la ecuación espacio-tiempo. En ellos toma cuerpo y forma el fútbol-arte. Nacieron para seducirnos con sus rápidas y majestuosas maniobras. Uno, el argentino enfila la puerta contraria como si lo estuvieran persiguiendo todos los municipales de su Rosario natal. Tiene poco tiempo para maniobrar y a la par que huye de la pobreza, también lo hace de todos los dictadores latinoamericanos. Debe darse prisa en terminar la jugada antes de que llegue el niño-rico dueño del balón y se lo reclame.

El portugués corre que se las pela por la banda con el balón cosido al pié. Trata de zafarse de las redes de los pescadores de su hermosa Madeira natal. Solo tiene en la mente una sola red: la del marco contrario. Piensa en su difícil niñez junto a sus padres y sus tres hermanos y sabe, bien que lo sabe, que en terminar las jugadas en gol está la clave para abandonar definitivamente la miseria.

Niños descalzos del ayer distrayendo al hambre con partidillos callejeros interminables y, en un presente deslumbrante, primerisimas figuras del deporte del balompié. Muito obrigado y gracias pibe es lo menos que podemos deciros los buenos aficionados españoles.

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