Uno. La Cervecería “El Tremendo” está ubicada en el corazón de Santa Catalina. Frente a los antiguos Juzgados -hoy Hemeroteca Municipal- y, justo al lado de una Librería especializada en “Libros de Cine”. Cruz Campo, Juicio de Faltas y biografía de Jean Simmons bajo la sombra de una Iglesia que, para vergüenza de propios y extraños, la están dejando morir lentamente cada día. Muy cerca de allí, en una calle trasversal de Alhóndiga que lleva su nombre, vivió sus últimos años sevillanos el inigualable Maestro de la Guitarra Flamenca, Manuel Serrapí “Niño Ricardo”. Un poco más adelante estaba el Cine de Verano “Santa Catalina”. Allí tuvo su primera aparición cantaora de niño precoz “Naranjito de Triana”, lo hizo bajo el halo protector de Manuel Vallejo. En el entorno de Santa Catalina todo queda envuelto en las más nobles tradiciones. Las mismas que mojan las resecas gargantas en “El Tremendo” y, se remojan los pies ante los rigores veraniegos, en la Pila del Pato situada en la cercana Plaza de San Leandro. Pues bien, un día, un “reivindicativo” día, a una persona habitante cercana de la Cervecería, se le planteó –en uso de su legítimo derecho- que el murmullo socializante-gambrinescu que provenía de la esquina más cervecera de Sevilla alteraba su justo y necesario descanso. Denunció una situación que, curiosamente, había pasado desapercibida -después de ¡45 años! de actividad cervecera- para la mayoría de los vecinos de la zona. Se agarró a una reciente ordenanza municipal que prohibía tajantemente el beber en la vía pública. El Ayuntamiento –esta vez sí- fue diligente en atender la reclamación del vecino ante el menoscabo de su justo descanso y procedió en consecuencia. Tuvieron las propietarias –excelentes personas por cierto- de la Cervecería que replantearse los esquemas sociales de medio siglo de convivencia cervecera. Había que tomar la cerveza en el estrecho margen del interior y se pusieron tres veladores para que el personal hiciera lo que nunca había hecho: beber sentados. Dos. En la pasada “Fiesta de la Primavera” se reunieron miles de jóvenes convocados –como últimamente- por las redes sociales en el “Charco de la Pava”. Allí ocurrió la de siempre: borrachera colectiva; comas etílicos; peleas y la triste muerte por medio de un navajazo de un muchacho de 24 años, natural de la Puebla de Cazalla, la tierra de los Moreno Galván, “La Niña de la Puebla” y José Menese. Allí –lógicamente- no se aplicó la normativa que prohíbe beber en la vía pública. Cuando Internet se ha convertido en una ventana abierta al mundo sale nuestro Alcalde, (que ya tiene la misma caducidad que los dos yogures de macedonia que habitan en mi frigorífico, y que sueñan encuentros eróticos con la cucharilla de café) que es imposible detectar y prevenir a tiempo esta clase de convocatorias (¿). Para que engañarnos si en definitiva se trata de: “la Política del Avestruz”. La situación de pasotismo que atraviesa un sector de nuestra juventud, y las consecuencias que los excesos les acarrearán en un futuro no muy lejano, son claramente denunciadas por médicos y sociólogos. No importa. Son jóvenes y debemos ser permisivos y no caer en el discurso de la “Derechona” que de continuo los criminaliza. Estoy convencido que un segmento de nuestra actual juventud es de las más preparada de toda nuestra Historia y, lamentablemente, derrochan su talento fuera de nuestras fronteras. Otro sector quiere trabajo y si lo encuentra son empleados mediante “Contratos-basura” y sometidos a una feroz explotación con el beneplácito, eso sí, de los Sindicatos. Luego tenemos a los que son conocidos como los de la Generación “Nini” (ni estudian ni trabajan). Sin ánimos de moralizar, uno no tiene más remedio que preguntarse: ¿Qué hemos hecho para merecernos unos políticos tan ajenos a los problemas reales de la gente? ¿Cuántas muertes jóvenes más harán falta para que esta “plebe” no siga mirando para otro lado? Lo dicho: la solución estaba en abrirle expediente a “El Tremendo”. Como diría “Donmanué”: a “las criaturitas” es mejor dejarlas tranquila y a su aire.
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