Mientras tecleo sentado ante este maravilloso invento que siembra mi existencia de sensaciones, emociones y conocimientos llamado Internet estoy escuchando a Michael Bublé. Canta de manera maravillosa “Me and Mrs Jones”. Hace poco este crooner canadiense se casó en Argentina con la bellísima actriz de aquel país, Luisana Lopilato. Mientras transcurría la ceremonia le estaban desvalijando su casa. Evidentemente si esto le hubiera ocurrido a su admirado Frank Sinatra, hubiera bastado una llamada a su amigo Sam Giancana para que lo hurtado apareciera en solo 24 horas. Pero, aun admitiendo que sea cierto el dicho de “tener amigos en todas partes”, en algunos sitios mejor andarse con cautela. Bien cierto es que este cantante canadiense ha recogido el enorme legado de Frank, Tony, Dean and Company. Representa posiblemente de lo mejorcito en la actualidad de una variante musical (Orquesta con vocalista o al revés) que consiguió su apogeo en los años cincuenta / sesenta. Este Toma de Horas que nació de la espontaneidad y el vértigo ante el folio en blanco se va adentrando nota a nota en los compases del alma. Mi existencia sin el acompañamiento de la música estaría vacía. Los años no han hecho más que conseguir adentrarme en nuevas experiencias musicales. Siempre y de manera rotunda con el Flamenco a la cabecera de mis sensaciones y emociones. Pero pese a ese pertinaz ejercicio de auto-limitación a que no sometemos los humanos hay tiempo para todos y para todo. Literatura, Cine y Música como tripleta sentimental capaz de hacernos vivir y soñar desde nuestra apresadora cotidianidad. La vida es, por su propio desarrollo y configuración, alienante y siempre va acompañada de un cierto grado de frustración. No nos engañemos: no existe más posibilidad de escape que abrazando amorosamente aquellos elementos que nos hagan soñar. La música plasmada en “Palos del Flamenco”. Racimos de vida extrema con la Copla. Susurros sonoros espirituales en clave de Jazz. Blues de `palpitantes corazones. Baladas de crooner eternas e imperecederas. Sinfonías del clasicismo que acerca a Dios con la Madre Naturaleza. Trepidantes ritmos en la eterna voz del “Rey” y de los “Chicos de Liverpool”. Tangos, Boleros, Fados, Poesía en movimiento…… ¡Música de gozo y pena! La vida desde que amanece ya arranca con la banda sonora del trinar de los pájaros. Somos nosotros los humanos los que hemos cambiado sonido por ruido. No nos bastaba con escuchar a la Madre Naturaleza y crear aquello que solo pudiera mejorar los sonidos del silencio. No, había que estropear el decorado. Las nubes barruntan el ruido de la tormenta para, al final, convertirse en música con el repiqueteo del agua en los cristales de las ventanas. Todo está sincronizado para deleitarnos con las notas de los pentagramas. Dios insufló el soplo divino que alcanza a los genios de la Música. Ellos se hicieron inmortales y, de paso, consiguieron hacernos también a nosotros a través de nuestro caudal de emociones y sentimientos. Vivir sin música es respirar y nutrirse de lo sustancialmente cotidiano, pero sin posibilidades de soñar. Grecia y sobre todo la imperial Roma adoraban a sus Dioses de cartón-piedra y veneraban a sus músicos en comidas bacanales. Como no existe regla sin excepción entre los dirigentes del “Tercer Reich” había extraordinarios melómanos (posiblemente la música por si sola no logre amansar a las fieras). No la marginemos y consumamos música sin utilizar los vericuetos de las bajadas por Internet. Siempre con las ventanas del alma de par en par para cuando alguien diga: ¡Música maestro!
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