domingo, 4 de septiembre de 2011

20-N o Elecciones Generalísimas




Cuando ya el mes de Julio entraba en sus últimos estertores existenciales, don José Luís Rodríguez Zapatero, Presidente del Gobierno de la Madre Patria, nos anunció algo largamente presentido y deseado: se adelantaban las Elecciones Generales al próximo día 20 de Noviembre. Coincidirán con otro 20-N donde, para vergüenza histórica de todos aquellos que se hicieron “anti-franquistas” después de esa fecha, Franco se murió de viejo en una cama de Hospital. Si algo ha definido siempre a este país ha sido el haberse configurado como el “Paraíso de los Oportunistas”. Por aquello de la coincidencia de fechas en el argot popular las Elecciones programadas para el 20 de Noviembre han pasado a llamarse: Elecciones Generalísimas. Era la crónica de unas elecciones anticipadas tan necesarias como evidentes. La Legislatura hace ya bastante tiempo que estaba literalmente agotada y la andadura política de ZP era un canto a la desesperanza. Las agonías en la vida y en todos los ordenes de las cosas contra más cortas menos daños producen. Parece ser que se avecinan aires de cambios profundos y la ciudadanía a través del voto siempre tendrá la última palabra. Creo, sinceramente, que más que un cambio de siglas o de políticos lo que la gente reclama con urgencia es un profundo cambio de comportamientos. La clave no está en Rajoy o Rubalcaba sino en profundizar en los valores de una Democracia, la española, que se encuentra bajo mínimos y, lo que es peor, envuelta en un halo de despotismo y corrupción verdaderamente alarmantes. Culpar a José Luís Rodríguez Zapatero de todo lo males que nos aquejan es, aparte de injusto, un ejercicio de infantilismo político. Es, a que dudarlo, un político mediocre que se encontró de la noche a la mañana con la poltrona del Poder. No se lo esperaba nadie y unos trágicos acontecimientos unidos al empecinamiento del PP por instalarse en la mentira lo llevaron al Palacio de la Moncloa. Pero ZP no tiene la culpa de la hambruna africana ni de que llueva en Semana Santa, como se empecinan en “demostrar” algunos articulistas (serviciales plumillas en definitiva). Las Elecciones Autonómicas en Andalucía se celebrarán definitivamente en Marzo. Bien está que así sea, pues el diluirlas como hasta ahora dentro de las Generales, era una afrenta a los sentimientos políticos de los andaluces. Andalucía tiene unos problemas tan graves y específicos que hurtarle a la gente un debate serio sobre los mismo era como considerarlos “menores de edad”. El atraso endémico de esta tierra nuestra, tan querida como maltratada por los siglos, ya no está para “paños calientes” ni más embaucadores de salón. Aquí ha tomado carta de naturaleza la picaresca más cervantina y los parámetros sociales siempre son manifiestamente empeorables. Necesitamos gente seria que nos gobierne desde la honradez, la eficacia y la transparencia. ¿Es mucho pedir por estos lares? Parece ser que hasta ahora sí. Los vientos en los desiertos solo mueven las arenas de un sitio a otro. Los de la política deben ser para que, al abrir las ventanas, se ventilen las casas y se oxigenen los corazones y las ilusiones de los que están sumidos en la desesperanza. Por tanto no nos engañemos, ni son tan malos los que se irán ni tampoco tan buenos los que llegan. Somos nosotros, con nuestro pasotismo, los que engendramos los “monstruos de la política”.

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