No es la primera vez y, posiblemente no será la última, que comento que no me considero esto que hoy se conoce como un bloguero. No formo parte de ninguna de las redes sociales y sigo pensando, de manera pertinaz, que el escribir –en mi caso particular- es un gesto individual y solitario donde uno abre la ventana para que se confundan con el aire opiniones y sentimientos. Suelo visitar, por amistad y consideración, dos o tres blog de queridos amigos. Siempre con el noble propósito de aprender y saber valorar la suerte de tener “colegas” tan sensibles hacia la vida y sus consecuencias. Poco más puedo decir en esta materia. Puede que llegue un día –y eso estaría bien- que existan tantos blogueros como personas conectadas a Internet. Que cada cual exprese sus opiniones y sensaciones será motivo de gozo tanto individual como colectivo. Nadie debe guardarse sus impresiones y no debía existir más cortapisa que el buen gusto y el respeto hacia las opiniones ajenas. Libertad por libertad: que cada uno escriba lo que quiera y que cada cual lea lo que prefiera. Un amigo sociólogo ha hecho un trabajo de campo sobre los blogueros sevillanos y, en los mismos, predominan los de tema cofrade. Curiosamente mis primeras incursiones en Internet –antes de que Salva Gavira configurara mi Blog- también tenía a esa materia como tema primordial. Empecé colaborando con algunas páginas cofradieras para, definitivamente, dar el salto hacia temas más variopintos. Hoy escribo sin pudor de lo humano y lo divino y, la verdad, es que dejo que sean los Tomas de Hora de manera autónoma quienes me marquen mi “Hoja de ruta”. Sinceramente nunca pensé que se contarían por miles los visitantes de esta “Relojería” sevillana y, mucho menos, que personas de cierta relevancia en la Ciudad se molestaran en visitarla. Esto tiene un problema felizmente resuelto por mi ego: lo que escribo es –o no- interesante en la medida de lo que planteo y no por la forma en que pueda desarrollarlo. El fondo de las cuestiones (la ética) sobre la manera de expresar las mismas (la estética). Estoy convencido de que gente que se molestan en seguir las pautas de estos Toma de Horas discreparán, en no pocas ocasiones, en parte o en todo de cuanto aquí planteamos. Esto es realmente bueno y nos ayuda a seguir perseverando. No pretendemos ser un referente de nada ni de nadie. Decimos y planteamos cosas que nos atañen como sevillanos o simplemente como seres humanos. No recibimos –ni damos- lecciones de nada ni de nadie que nos sirvan para “reconducirnos”. Amamos la libertad tanto como amamos a esta Ciudad de nuestros amores y desvelos. No pretendemos dogmatizar ni situarnos por encima del bien y del mal. Vamos a seguir por aquí hasta que Dios así lo quiera. Somos plenamente conscientes de que todo en la vida tiene fecha de caducidad. Cada vez que veamos cerca un folio en blanco, no nos resistiremos a la tentación de plasmar en él nuestro mundo de ensueños y realidades. Cuando este “Reloj” se pare seremos pasto de las llamas del olvido y, lo asumiremos como algo implícito al ejercicio de vivir. No queremos solo distraernos viendo girar y girar el “Carrusel de la Vida”. Pretendemos montarnos en él y sentir el vértigo de la alegría de vivir. Emborronar folios para el engrandecimiento de esta Ciudad es en la actualidad nuestra actividad más noble. Dudar, si os parece bien, de nuestra capacidad pero nunca dudéis de nuestras intenciones. Dejémosle la posteridad a los que ya en vida intentan conseguirla. Nosotros somos –perdón por la petulancia- dos pétalos de un clavel reventón del paso del Señor de Sevilla. No aspiramos a más ni tampoco a menos.
Ser un soplo de aire fresco en una Ciudad que en no pocas ocasiones se asfixia en manos de los mediocres. Lo que nos une es que siendo verdad que la vida –en Sevilla- “son siete días” nosotros la compartimos intensamente a partir del quinto: Pasión, Gran Poder y la Trinidad. Folios emborronados con las lágrimas del alma. En definitiva el vértigo, el dulce vértigo, del folio en blanco.
Esto lo hubiera firmado yo. Coincido plenamente en tus opiniones, Juan Luis. Saludos, José Luis Tirado Fernández.
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