domingo, 11 de septiembre de 2011

Trabajo: ¿Castigo divino o gloria terrenal?



Recuerdo hace unos años una excelente canción de Raphael (por cierto, al que la “Progresía” ha descubierto ahora que siempre ha representado el culmen de la modernidad en España) dedicada al mundo del trabajo. Arrancaba así:

Arrastrar la dura cadena
Trabajar sin tregua y sin fin;
Es lo mismo que una condena
Que ninguno puede eludir

El trabajo nace con la persona
Va grabada sobre su piel
Y ya siempre le acompaña
Como el amigo más fiel.
…… …… ……. …….

El asunto del trabajo como castigo divino parece no estar demasiado claro. Pues mientras las Sagradas Escrituras nos hablan del trabajo como una bendición de Dios, plumas bíblicas autorizadas escribieron que fue en la persona de Adán - por meterse donde no le importaba, algo en lo que los humanos somos especialistas- cuando tomó forma y cuerpo este castigo, sujeto a falsos convenios y a toda clase de explotaciones. En la España “Zapateril”, con una alarmante cifra de 5.000.000 de parados, el tener trabajo ya no se nos configura como un castigo divino sino más bien como una gloria terrenal. Nuestro Presidente ha logrado despejar una incógnita ancestral: ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar? Ni lo uno ni lo otro. La respuesta hoy en España es clara: no trabajar para no vivir y trabajar para malvivir. El trabajo se nutre, de manera complementaria, de vocaciones y frustraciones. Trabajar en algo donde realmente te sientas plenamente realizado es tocar el cielo con la palma de mano. Hoy las precarias necesidades laborales han propiciado que nadie –en situación de paro - le hago ascos a ninguna ocupación laboral (lógicamente dentro de sus posibilidades profesionales). ¿De los que trabajan cuantos lo hacen en algo que realmente les gusta? ¿De los que no trabajan cuantos les gustaría hacerlo en lo que fuera? En el aspecto humano trabajamos para mantener a nuestras familias y a nosotros mismo, además de configurarnos como parte activa del entramado social de nuestro país. Trabajando eres vital para tu familia y te sientes útil socialmente. También, resulta evidente que lo hacemos para mantener a un montón de parásitos. Que una parte del fruto de nuestro trabajo –en forma de impuestos- le proporcione al Estado las herramientas económicas necesarias para estructurar la Sociedad, es perfectamente asumible y legítimo. Que del trabajo ajeno se beneficie tanta gente que a la larga solo se representan a ellos mismos y a sus intereses, ya es harina de otro costal. Los habitantes de nuestro sufrido y peculiar país (Andalucía ya ni les cuento) nunca tuvimos más “representantes” y, curiosamente, nunca estuvimos peor “representados”. A pesar que desde muchos frentes interesados quieran diluirlo como sea, el 15-M ha clavado su diana dando más les duele (el centro de sus carteras). Nos esperan, a que dudarlo, meses apasionantes y donde los políticos –todos- o bien estrechan su relación con los problemas reales de la gente, o las consecuencias pueden ser imprevisibles.
Han llevado su gestión política a las antípodas de los intereses de los ciudadanos y han posibilitado que la Democracia española este bajo mínimos. La gestión de don José Luís Rodríguez Zapatero (nefasta hasta la saciedad) no es más que la punta de un iceberg que, entre todos, se han encargados de configurar. Si trabajar es un castigo divino pues bienvenido sean castigos como este.

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