No tenemos forma más certera de afirmar -o negar- la existencia de Dios y/o el Diablo que a través del comportamiento de los seres humanos. Cuando las personas se revisten de bondad, sacrificio sin límites, solidaridad y desprendimiento, tenemos motivos fundados para creer en la majestuosa obra de Dios. Cuando, en cualquiera de sus variantes, los genios del Arte alcanzaron la cumbre de la belleza estética solemos decir que estaban inspirados por un Soplo Divino. Los escritores, escultores y músicos que han conseguido traspasar con sus obras la barrera del tiempo y por ende alcanzar la inmortalidad, no hacen más que confirmarnos que tuvieron a Dios como su principal aliado. Aquellos que legaron a la Humanidad grandes conquistas sociales, políticas y/o científicas tendentes a la mejora de la vida en la Tierra, siempre se apoyaron en Dios como albacea. El credo personal de cada uno no es más que un revestimiento intelectual y/o moral para intentar convencernos que se puede crear sin la necesidad de Dios, o que solamente puede crearse con su omnipotente presencia. ¿Qué ser humano a lo largo de su vida no se ha encomendado alguna vez a Dios? La cuestión llega a ser más simple: podemos pasar de Dios; lo trágico es que Él decida pasar de nosotros. A titulo personal no tengo reparos en reconocer que, tanto desde mi antigua vertiente de agnóstico como desde la actual de cristiano de base, en poco ha variado mi manera de comportarme. He intentado aplicar siempre –o al menos lo he intentado- unos principios éticos y morales aprendidos y heredados desde la enseñanza y el ejemplo de mis mayores. Ser buena persona en definitiva sin necesidad de apoyarme en ningún dogma. Lamentablemente si asumimos que en la actualidad cuesta trabajo encontrar a Dios en el comportamiento de los humanos, no es menos cierto que la figura de Lúcifer se muestra omnipresente en nuestra vida cotidiana. Veamos un botón de muestra con lo narrado en los informativos del pasado jueves 29 de septiembre: 1) Una señora embarazada de nueve meses acude a una capilla madrileña para rezar por un buen parto. Lúcifer entró armado de una pistola y la mató de un disparo en la cabeza; hirió de gravedad a otra mujer y luego se suicidó pegándose un tiro. Un ángel bueno consiguió rescatar del vientre muerto de la madre al niño de sus amores. 2) Una mujer imbuida del espíritu de Lúcifer mata a sus dos hijos, de once y tres años, parece ser que ahogándolos en la bañera. 3) Un miembro de la secta de Lucifer, en trámites de separación con su esposa, acude a la peluquería donde ella trabajaba y la mata asestándole ¡diecisiete puñaladas! 3) Dos “padres”, hijos putativos de Satanás, se intercambiaban a sus hijas de ocho años de edad para abusar sexualmente de ellas. Se no dirá que es demasiado simplista achacar a Dios lo bueno y a Lucifer lo perverso pero, Dios juega con ventaja: se nos hizo humano a través de la vida y la obra de un tal Jesús de Nazaret. Tenemos referencia por tanto de cómo quiere que seamos. Lucifer no tiene hijos: tiene herederos de su terrible perversión. La locura (concepto no admitido en Psiquiatría) cuando provoca sangre siempre, en todas las épocas, fue denominada satánica.
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