sábado, 1 de octubre de 2011

María Luisa llora por su Parque



(A la “Gordi”, mi querida perra, que ya vive instalada en la eternidad sevillana del Monte Gurugú)

Dicen, creo que con buen criterio, que los parámetros que miden el nivel de civismo y cultura de los habitantes de una Ciudad consisten en: el trato que se le dispensa a monumentos, animales, parques y jardines; la limpieza y el mantenimiento de edificios calles y plazas y, lo más importante, la cohabitación en paz y armonía –dentro de las lógicas diferencias ideológicos y/o culturales- de sus habitantes. Podríamos añadir la necesaria confraternización entre tradición y modernidad y, posiblemente, tendríamos completa la baraja de la buena ciudadanía. La utopía, en definitiva, como nuestro último asidero vivencial. Cuantos amigos han tenido la suerte de visitar este verano ciudades españolas o foráneas, coinciden en que Sevilla saldría mal parada si estableciéramos cualquier tipo de comparación con alguna de las visitadas. Nuestra Ciudad está sucia, tremendamente sucia, y parece ser que aquí encontró acomodo el Reino del vandalismo. Siempre, eso si, bajo el pertinaz disimulo de nuestras autoridades y, lo más grave, nuestro ancestral pasotismo. Existen dos palabras tabú en el diccionario de nuestro querido -y ya parece que también inútil- Ayuntamiento: mantenimiento y vigilancia. Los ínfimos materiales que se utilizan en pavimentaciones de calles y plazas tienen la misma fecha de caducidad que los yogures. Todo está sujeto al parcheo y a la chapuza y las obras nunca se supervisan durante su proceso de ejecución (y nunca mejor dicho lo de “ejecución”) y, mucho menos, en la recepción de las mismas. Contrato, pago y si te vi no me acuerdo (ni quiero acordarme por si las moscas). La vigilancia no está ni tampoco se le espera. ¿Sancionar con multas a los “muchachitos”, o a sus padres, que destrozan o pintarraquean la Ciudad? ¡Vamos hombre ni que estuviéramos en tiempos de Franco! Hace un par de días me armé de valor y acompañado de un buen y andarín amigo nos fuimos a dar una “vuelta” por el Parque de María Luisa. ¡Lamentable, absolutamente lamentable, su estado de suciedad y abandono! Estas cosas, más que narrarlas, hay que comprobarlas en primera persona. Ver para creer. Entren y comprueben en que estado se encuentra uno de los Parques más hermosos e importantes de Europa. Bien cierto es que comprobamos como varios trabajadores estaban paliando algunos desperfectos pero, sin controlar el vandalismo, es “pan para hoy y…destrozos para mañana”. ¿Qué pasa en Sevilla para que esté actualmente tan sucia y abandonada? ¿Qué dirán de nosotros las numerosísimas personas que nos visitan? ¿Quién o quienes tendrán huevos de coger de una vez la escoba al revés? ¿Qué hemos hecho tantos sevillanos/as que amamos esta Ciudad para merecernos tantos mediocres en las poltronas? Se fue el “impresentable” y llegó la gran esperanza “zoidista” pero, sinceramente, poco o nada hemos avanzado. Si acaso un programado enfrentamiento electoral con la Junta. Lamento constatarlo y espero fervientemente que dentro de poco tenga que rectificar estas apreciaciones. Nada me agradaría más. ¿Qué era mucha la tarea pendiente y es muy poco el tiempo transcurrido? Vale, acepto santa paciencia como animal de compañía. ¿Me queda –nos queda- otro remedio?

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