Que los tiempos han cambiado en España en los últimos años de manera vertiginosa es algo incuestionable. Nada es lo que era y nada parece sustanciarse en los rescoldos del pasado. El modernismo se ha adueñado de nuestras vidas y todo parece tener fecha de caducidad. Estamos instalados en el marco de lo efímero y todo es susceptible, como los buenos champuces, de actuar desde la raíz a las puntas. Poco, o nada, interesa conservar de aquello que huela a las bolitas de alcanfor de los roperos de nuestras abuelas. Hoy los padres han dejado de serlo para convertirse, prioritariamente, en amigos de sus hijos. Los profesores inducen a los alumnos al tuteo y priorizan el “colegueo” antes que una disciplina desfasada, trasnochada y caduca. Los abuelos son carne de Residencia y los nietos lo son de Guardería. Todo, absolutamente todo, queda encuadrado en la sacrosanta Orden de la Progresía. Decir que uno conoce a “progres” estáticos y a “conservadores” dinámicos al parecer carece de importancia. Si de algo tendrá que rendir cuentas ante la Historia, don José Luís Rodríguez Zapatero y sus “muchachos/as”, es de haber clavado en la cumbre de España la bandera de un impostado “Progresismo de Salón”. Han envuelto las relaciones familiares en un halo de egoísmo y envilecimiento llegando a convertir cada casa en un polvorín. Les resultaba más cómodo ejercer una “Progresía de cartón piedra” que desarrollar unas auténticas políticas socialdemócratas. En las pasadas rebajas veraniegas observé algo que viene repitiéndose en los últimos años: madres cincuentonas intentando emular en la vestimenta a sus hijas veinteañeras. Han conseguido a base de grandes sacrificios alimenticios -con el aditamento de clases de gimnasia y yoga- obtener la misma talla de ropa que sus hijas adolescentes. La gente joven tiene un Santuario de vestimenta juvenil llamado ZARA. Esta Empresa es ya una referencia en casi todo el mundo y su propietario, don Amancio Ortega, figura entre las personas más pudientes del mundo mundial. Lo que resulta incuestionable es que los componentes de esa “Lista” y los “tiesos” que hoy están apuntado al Paro un día terminarán -terminaremos- “entregando la cuchara”. La diferencia consiste en que los pobres se mueren y los ricos fallecen. Pues allí –por ZARA- he visto este verano a madres e hijas compartir probadores y prendas de la misma talla. Las ves por la calle Tetuán caminando delante tuya y te parece que son dos espléndidas muchachas con una bolsa “zareña” en cada mano. Cuando las adelantas te das cuenta de tu error: son madre e hija. La cara más que el espejo del alma es el espejo de los años gozados y/o padecidos. El cuerpo se modela pero la cara te retrata. Nada que objetar y Dios me libre de criticar lo que cada uno/a haga con su vida y su cuerpo pero, tratar de engañar a la Madre Naturaleza, es el camino más corto de engañarse a uno mismo/a. He visto a señoras respetables con un águila tatuada allí donde el culo empieza a llamarse espalda. También a un padre en un Cine de Verano liando un porro delante de sus dos hijos pequeños. Quienes osamos criticar una forma de vida que viene de la nada y conduce a la nada somos llamados de todo menos bonito. Fachas; trasnochados; reaccionarios, retrógrados; cavernícolas y demás lindezas caerán sobre nuestras cabezas. Esta Sociedad, basada en la falsa opulencia, el despilfarro y la impostura, literalmente se nos ha caído encima de nuestras cabezas. Hemos relegado nuestro interior en aras de nuestra apariencia exterior y ahora estamos vacíos por dentro y por fuera. Tener la misma talla de pantalón que la “niña” está bien pero, tampoco estaría mal, que ella quisiera tener tu misma talla como persona.
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