viernes, 6 de enero de 2012

Ilusiones orientales



Lo se porqué me lo contaste, que estos Reyes iban a ser especialmente complicados en tu casa. El mayor de tus hijos está por tierras australianas buscando entre canguros saltarines lo que aquí se le niega: trabajo. Tu hija y su marido, tu santo yerno, están parados y tienen serias dificultades para sacar adelante a sus dos hijos, tus nietos del alma. Siempre fuiste un luchador de luchas sin finales y en ti tomó cuerpo el espíritu de la solidaridad. Te conozco muchos antes de conocerme a mi mismo. Me conoces con anterioridad a que yo te conociera. Tú, formas parte del reducidísimo número de gente que realmente me conoce. No es fácil conocer a alguien que tiene tantos flecos de complejidad como un mantón de Manila. Pocos me conocen en profundidad y pocos sois aquellos que os adentráis libremente por los vericuetos de mi alma. De entre los que me van quedando, y quiera Dios que por muchos años estáis: tú; mi hija Alicia; Miguel Ángel de Cortefiel; Santi de Pasarela; Paco “el Relojero”; Salva Gavira; Eduardo, “Conde de Gambrinus Coronado” y poco más. Nos vimos la última vez en la cola de un Belén en plena Plaza de San Francisco. Después nos tomamos una copa espaciada para contarnos los dimes y diretes de nuestra actualidad más palpitante. Te noté seriamente preocupado por el desarrollo de los acontecimientos mas recientes. Intentas, me dijiste, estirar tanto tu congelada Pensión que ya la pobre no da más de sí. Me dijiste algo antológico:”Juan Luis con una sola manguera no se puede apagar el fuego de un rascacielos”. Preveías unas Navidades algo tristes por la ausencia de tu hijo, José Antonio, y, lo más preocupante, por la situación de tu hija. Me dijiste –tú que eras el optimismo personificado-: “Curiosamente Juanlu, nuestra generación arrancó con “el pan con aceite y azúcar” y, posiblemente, apuremos la recta final de nuestras vidas con el mismo condimento alimenticio”. Te animé cuanto pude y me puse a tu disposición para todo aquello en que pudiera ayudarte. Hoy, sin saber exactamente el motivo, me he despertado en este Día de la Ilusión acordándome de ti. Se, de primerísima mano, que sus Majestades no han pasado de largo por la casa de tu hija, y que tus nietos han podido comprobar la esplendida bondad de unos Reyes que unen cada año Oriente con Occidente. Se bebieron la correspondiente copa de anís (creo que de “Marie Brizard”); se comieron mantecado y medio y, los camellos se bebieron medio cubo de agua. Se que cuando me veas me dirás cariñosamente: “Que pedazo de mamón eres”, y nos abrazaremos conjurándonos en el tiempo. Esta caterva de “buitres encorbatados” nos ha robado nuestro sosiego y el futuro de nuestros hijos. Que no nos roben también la sonrisa de nuestros nietos. Viven instalados en la frialdad de los números, fundamentalmente en los que nutren sus abultadas cuentas corrientes, y se han llevado nuestras vidas como la noche se lleva las últimas luces de la tarde. Pero tú y yo sabemos que no podrán con nosotros. Ellos tienen el poder y nosotros la razón. Razonemos pues como “arrancarles” democráticamente su despótico poderío. Quieren que seamos espectadores de una función donde ellos –los únicos actores- se llevan íntegramente el importe de la recaudación.

Juega hoy, Día de la Ilusión, con tus nietos. Mañana Dios dirá y nosotros aplicaremos lo que Él nos diga. Su Hijo lo dejó claro cuando anduvo por aquí: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Pero a mí me parece que a esta “plebe” lo de allí arriba les importa un ca….Viven placenteramente contando el botín, fruto de lo sustraído a la gente. ¡Feliz Día de Reyes! (incluyendo a los republicanos).

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