Existen personas que, para cubrir su existencia, solo necesitan agarrarse tenaz y persistentemente a algún tema monotemático. Algo en definitiva que de sentido a sus monótonas y esclavizadas vidas. Un asidero sentimental que ponga en valor su paso por la tierra. Un Equipo de Fútbol, una Hermandad o una afición determinada, pueden hacerlos sentirse vivos a través de la pasión y, en no pocas ocasiones, de la obsesión. Todos conocemos en nuestro entorno más cercano especimenes de esta naturaleza (nosotros mismos posiblemente también lo seamos). Reconozco sin ambages que el caso de Federico, un antiguo vecino del Corral de los Tromperos en la calle Vírgenes, es hartamente singular. Fede, algo mayor que un servidor, es un enamorado de las películas de romanos y mas concretamente de la inolvidable Ben-Hur. La primera vez que la vio fue en Madrid mientras prestaba su Servicio Militar en la Villa y Corte. Paseaba con un par de compañeros por los alrededores del Cine Rex (ya tristemente desaparecido) y allí estaba Ben-Hur mostrada en una enorme y artística cartelera. Entraron y quedó literalmente fascinado tras su contemplación. Intuyó que desde ese momento su vida ya no sería la misma. Desde entonces la habrá visto docenas, cientos de veces de las formas más variopintas. Cines de invierno o verano; VHS; DVD….una y mil formas de ver esta excelente película de William Wyler. Hace bastantes años que nos saluda al estilo romano anteponiendo un “Ave” a tu nombre de pila: “Ave Juanlu”. Ha estado media docena de veces en Roma tras la huella de Judá Ben-Hur (no me extraña que allí preguntara por el “Valle de los leprosos”). Su mujer e hijos, hace bastante tiempo, que lo dejaron por imposible y solo temen que termine perdiendo la cabeza. No descartan verlo remando en una barca por el canal de la Plaza de España como si fuera en una galera. Un día, un amigo crítico de Cine de “El Correo” y quien esto suscribe, cambiamos con él algunas consideraciones sobre la película. De forma más que temeraria llegamos a poner en peligro nuestra amistad. Le dijimos que la misma, aparte de ser una de las grandes obras del Séptimo Arte, tenía unos guiños homosexuales más que evidentes. La amistad y el primer reencuentro entre Mesala y Judá-Ben-Hur tiene una más que evidente carga erótica. Luego, mientras está remando semidesnudo, aparece el cónsul de Roma y se produce un auténtico “flechazo”. Un rotundo ejemplo de amor a primera vista. Nos dijo altamente enojado que:”Estáis enfermos y solo veis gente en los armarios por todas partes”. La puntilla la puso “un guasa” que se sumó a la reunión, diciendo que cuando se cae Ben-Hur en realidad Jesús no le dio agua sino “Cruz Campo”. Se fue con un cabreo de considerables dimensiones. Sinceramente me costó algo de trabajo restablecer la normalidad con Fede. Una disculpa a tiempo y un póster con la carrera de cuadrigas obraron el milagro. El otro día me lo tropecé en las inmediaciones de la Tienda de Discos de “El Corte Ingles” y venía más contento que un parado con una oferta de trabajo. Acababa de comprar una versión remasterizada y creo recordar que me dijo en 3D de la película de sus amores. Nunca tendré muy claro si la literatura se nutre de la vida o si ocurre justamente lo contrario. Puede que al final sea verdad que todos los caminos conducen a Roma.
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