Desde hace ya algunos años coincido con él cada jueves en el Mercadillo de la calle Feria. Debe oscilar entre los setenta o setenta y cinco años de edad. Enjuto, serio, escrupuloso en su porte, poco o nada hablador y, fundamentalmente, coleccionista de estampitas de fútbol. Se que se llama Valentín y ahí, tras un protocolario saludo, termina la posibilidad de un mayor acercamiento. Va siempre provisto de una pequeña libreta donde lleva anotadas las carencias –faltas- de las que todavía adolece su inacabada –e inacabable- colección. Imagino que esta afición le nacería en sus años de la niñez, con lo que es previsible que en su casa tendrá clasificada miles de estampitas de futbolistas de todas las latitudes. No cumple años: cumple estampas. Dado que cada temporada aparecen nuevos jugadores es comprensible que su colección se enriquezca cada año con nuevas aportaciones. Pero, y motivado por las nuevas tecnologías, como cada vez aparecen menos colecciones creo que estará próximo el final de la ampliación de su colección. Me gusta acercarme con sigilo a sus dominios buscadores de estampas y ver como pregunta por el sevillista Fernando Guillamón, el atlético Enrique Collar, el bético León Lasa o el barcelonista Antonio (Antoni para que no se me moleste el señor Artur Mas) Ramallest. Su cara de satisfacción cuando encuentra una estampa largamente buscada es lo más parecido a un orgasmo. Lo tacha en su “Cuaderno de bitácora” futbolero y a otra cosa mariposa. Es curioso como los humanos tienen –tenemos- aficiones que perduran y se acrecientan con el paso de los años. Este hombre encontró hace ya mucho tiempo una afición que le compensa de los avatares de la vida cotidiana. Le hace feliz y eso es lo verdaderamente importante. Dado los avances modernos de la tecnología y los tiempos que corren, es previsible que sus nietos futboleros “pasen” de la afición de su abuelo. Muchas estampitas que salieron del Mercadillo del Jueves volverán de nuevo algún día a su lugar de origen. Me imagino, estas tardes invernales, a este paciente y buen hombre sentado frente a una amplia mesa ordenando su balompédica colección. Allí verá a Isidro con la camiseta del Sabadell y a Jesús Garay con la del Barcelona. A Colo con la del Atlético de Madrid y a Mágico González con la del Cádiz. Un montón de álbumes y catálogos para descifrar huecos aún no rellenos de estampitas. Toda una vida coleccionando estampas dan para empapelar cuatro veces la Giralda. Seguramente él ha conseguido –a través de las estampitas- convivir de por vida con el niño que –dicen- todos llevamos dentro. Podrá decir con pleno conocimiento de causa: “Yo soy yo y mis….estampas”. Por sus cromos los conoceréis.
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