“Los intelectuales son los primeros
que llaman al cambio social
y los últimos en aceptarlo”
-Arthur Miller -
Dentro justamente de una semana tendrá lugar en nuestra Ciudad el
llamado “Magno Vía Crucis de la Fe”.
Catorce imágenes de entre las más emblemáticas de nuestra Semana Mayor para
cubrir los rezos y prerrogativas de las Catorce Estaciones del Vía Crucis. Todo
sea en aras de recuperar la -parece ser- perdida Fe heredada de nuestros
mayores. Estamos con sobradas razones instalados en el descreimiento más
absoluto. Dudamos de los políticos, los jueces, los banqueros y, como no podía
ser menos, de la cúpula eclesiástica. Más que perder la Fe, que también, tenemos la
triste sensación de haber sido despojados de la misma. No creemos en nada ni en
nadie y, lo que es peor, tampoco en nosotros mismos. En Sevilla, y dado sus
duros avatares históricos, lo social a través de la Fe siempre fue moneda de
cambio. En la posguerra cambiamos un bocadillo de mortadela, una manta o un
trozo de queso americano por dos padrenuestros y tres avemarías. Ahora seríamos
capaces de vender nuestra alma al diablo por conseguir un puesto de trabajo (o
por mantener el que tenemos). Aquí lo que verdaderamente ha permanecido inalterable
a lo largo del tiempo ha sido la Esperanza. Esperamos siempre que lo por
llegar nos libere de manera espontánea de nuestra dura realidad. Desde el Arzobispado hispalense se aboga, el
próximo día 17, por una armoniosa saturación de imágenes en la Avenida para recuperar la
perdida Fe. Una especie de “Macro Vía Crucis” que nos demuestre que no todo
está perdido. Sinceramente, siempre he creído que la Fe forma parte de nuestro
universo interior y que al exteriorizarla de “puertas afuera” pierde sus intrínsicos
valores sentimentales-espirituales. La Política, que a la postre, es la única
posibilidad que tenemos los humanos de racionalizar nuestras vidas y haciendas,
no es cuestión de Fe sino de proyectos y realizaciones. El Paro no se termina
repartiendo estampitas del “Sagrado Corazón de Jesús” en las colas del INEM,
sino tomando medidas políticas y sociales para paliarlo. ¿Es la Fe por tanto una cuestión
baladí en la vida de no pocas personas? Para nada. Sin ella para muchos –entre
los que me incluyo- la vida no tendría sentido. La pierdes y pierdes a la vez
el norte que guía tu existencia. En este
sufrido país nuestro, y de manera interesada, siempre se tendió a mezclar las
cosas y, lo que es peor, a confundir los conceptos. Cuando interesa nos mueven a
la reflexión interior y cuando no a manifestarnos exteriormente. Confundimos –o
así lo pretenden- el alma con la razón y así nos luce el pelo. Las soluciones a
nuestros graves problemas sociales deben llegarnos desde el Palacio de San
Telmo, la Casa Grande
o el Palacio de la Moncloa. Desde la Plaza Virgen de los Reyes nos
debe llegar la palabra y la obra del “Hijo del Carpintero”. Todo, absolutamente todo, está hoy inmerso en
clave de confusión y observamos como los políticos nos dan sermones y no pocos
sacerdotes nos dan mítines.
Lamentarse de esta situación poniendo “paños calientes” a la misma es
como intentar matar moscas a cañonazos. Las Iglesias se despueblan cada día un
poco más y el Hijo de Dios observa compungido como su soledad es ya la soledad
del mundo. Ahora, en la Tierra
de María Santísima, se va a “montar” un “Magno Vía Crucis” para que las ovejas
vuelvan al redil. Todo en clave de
marketing diocesano: un Año dedicada a la
Fe como si se tratara de la “Semana Fantástica del Corte
Inglés”. Cuando pase este evento, ¿que sedimento nos habrá dejado? ¿Habrán
recuperado la Fe
aquellos que un día la perdieron? ¿Habrá
nuevas incorporaciones al mundo de los creyentes? ¿Bajará el número de parados?
Espero de todo corazón que el “Magno Vía Crucis sevillano” cumpla con creces
todas las expectativas generadas. Me temo que, al día siguiente, en el complejo
“mundo cofrade” las cuestiones a debatir serán que imagen lució más, o cual de
ellas hizo el camino de ida y vuelta más brillante. La Fe habrá pasado a un segundo
plano aunque todos los organizadores coincidirán en que ha resultado un éxito
apabullante. El hombre sustenta su Fe buscando a Dios en la reflexión y la
desarrolla siguiendo los pasos de su Hijo. “Obras son amores y no
buenas…procesiones”, que diría el Mesías.
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