Javier Marías, es el escritor español contemporáneo que ha sido
traducido a un mayor número de idiomas. Sus novelas son siempre esperadas con
anhelo por una legión de seguidores (entre los que me encuentro). Escribe un
artículo de opinión cada domingo en las páginas de “El País Semanal”. Son
claros, brillantes y rotundos. Propone sus alegatos cívicos sin necesidad de
caer en descalificaciones personales ni en estentóreos exabruptos. En el pasado
mes de febrero se planteó seriamente si merecía la pena seguir desarrollando
sus nobles labores de articulista o si había llegado el momento de dejarlo.
Estaba cansado, hastiado y con la triste sensación de que sus artículos
carecían de interés y servían para bien poco. Lógicamente recibió una catarata
de cartas y e-mail donde muchos lectores le mostraban su apoyo y la vital
necesidad de seguir recibiendo sus artículos cada semana. Me consta que Javier
Marías no hizo este amago de retirada por vanidad ni para darse un baño de autocomplacencia.
Comprendo perfectamente su hartazgo y la duda de si tiene utilidad social
cuanto escribe cada semana (por cierto, artículos para enmarcar). Salvando la
distancia sideral que separa a un escritor más que consagrado como Javier
Marías de un aficionado a “plumilla” como quien esto suscribe, he manejado el
mismo criterio de abandono en algunas ocasiones. ¿Sirve esto para algo? ¿En
verdad tengo la remota posibilidad de incidir en algo o sobre alguien? Uno no
escribe para recibir falsos –o verdaderos- halagos, ni con la inútil pretensión
de que te consideren importante en esta compleja Ciudad. Es verdad que es una de las pocas cosas que
se hacer medio bien: ordenar palabras que a la postre sean capaces de
emocionar. Siempre he dicho que este Blog
nació, creció y se consolidó gracias al mecenazgo y el afecto de mi amigo Salva
Gavira. Era en principio un mero
entretenimiento de pensionista con ínfulas de “escritor” que disponía de mucho
tiempo libre. Gracias al contenido de los “Toma de Horas” recibo muestras de
afecto de amigos y personas que no conozco. También algunas críticas, pero dado
que esto no es una plataforma cívica ni tampoco política me llegan en menor
medida. Puede que eso sea lo verdaderamente importante: los afectos compartidos
y los criterios debatidos. Aunque
digamos lo contrario todos pensamos que cuanto hacemos tiene calado y es,
además, digno de tenerse en cuenta. Pero, sinceramente, hay momentos de “bajones”
donde a uno le gustaría sustraerse (si ello fuera posible) de esta sociedad
(suciedad) y dedicarse a los nietos, los amigos, la lectura, el estudio, la
música, el cine y a dar largos paseos matinales por el Centro de la Villa. Pero no es posible
desaprovechar la posibilidad de expresarse –e implicarse- en cualquiera de sus
variantes. Suenan desde hace tiempo “Tambores de Guerra” y nunca he sido de los
que rehusaron la “pelea”. Mi ideal sería
escribir un rato cada tarde y guardar en un viejo arcón cientos de cuartillas
para que cuando no haya leña en el hogar tengan con que calentarse. Clamamos por los desiertos y ya solo nos
contesta a lo lejos un buen amigo de la niñez: Lawrence de Arabia.
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