El “Correo de Andalucía”, decano de la prensa sevillana, fundado el 1
de febrero de 1899 por don Marcelo Spínola y Maestre, Arzobispo de Sevilla,
está abocado si entre todos no lo remediamos a un fatal desenlace. Se encuentra
actualmente en una encrucijada de ventas y reventas de su cabecera. Las mismas
que en muy pocas ocasiones tienen un final feliz. Procuremos que esta sea una
de ellas. Periódico íntimamente ligado al devenir social, político, cultural y deportivo
del último siglo de la Ciudad. Dejarlo morir se nos
presenta como un pecado de lesa humanidad. Sus páginas han sido –y esperemos
que lo sigan siendo- fieles testimonios de todos los avatares acontecidos en la Tierra de María Santísima.
Algo se muere en el alma cuando un periódico cierra y, con su cierre, siempre
se nos escapa una porción importante de las libertades conquistadas. La Prensa escrita, con sus
defectos y virtudes, se nos representa
como algo fundamental en un Sistema democrático. Poder elegir cada mañana que periódico
compramos y comenzar el día, mientras
tomamos el primer café, oliendo todavía su tinta fresca es algo absolutamente
insustituible. Las ediciones digitales, la falta de publicidad y la siempre
omnipresente Crisis han terminado por “tumbar” al Decano de la Prensa sevillana. Hace
tiempo que se veía venir que las cosas solo podían ir a peor. Recortes
drásticos de la plantilla y una serie de medidas tendentes a una casi imposible
supervivencia. Ignoro cuales serían las posibles soluciones que posibiliten la
salvación de “El Correo de Andalucía”. Inmersos como estamos en una feroz “Ley
de Mercado” los sentimientos difícilmente pueden ser canalizados. Creo
sinceramente que este periódico bien gestionado y con una inyección paralela de
medios económicos y responsabilidades compartidas tiene todavía mucho
futuro. No lo dejemos morir sin hacerle
siquiera el boca a boca. El Cardenal Spínola lo creó para que fuera un fiel
testigo de los aconteceres de una Ciudad a la que él tanto quería. Salvemos “El Correo de Andalucía” antes de
que, como pasó siempre, ya no tengamos quien nos salve a nosotros de la
barbarie. Don Marcelo practicó la
caridad más absoluta pidiendo de puerta en puerta. Procuremos que en el rellano de esas puertas –las
de Sevilla- nunca falte el trabajo, el pan y “El Correo”, su “Correo de
Andalucía”.
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