domingo, 3 de noviembre de 2013

El lado bueno de las cosas





No es mala cosa arrancar un día de principios de noviembre escuchando “Fly Me To The Moon” en la voz de Julie London. Son de esas canciones que te atrapan y dan sentido a la belleza de las cosas cotidianas. La vida está llena de pequeñas satisfacciones que al conjuntarlas dan sentido a nuestra existencia.  Siempre buscamos la felicidad como un todo cuando en realidad se nos viene y se nos va en pequeñas dosis. Ser feliz es un estado transitorio y ocasional sujeto al difuso campo de las emociones y a las circunstancias personales de cada uno. Las cosas tienen un lado bueno al que muchas veces dejamos escapar por no saber atraparlo a tiempo. Son “esas pequeñas cosas” que cantaba Serrat. Decía un dicho muy antiguo: “Disfruta de lo bueno que lo malo aparece sin llamarlo”.  Dicen que lo importante cuando ya pertenezcas al reino de los eternos ausentes es que los demás consideren que el impacto de tu vida ha sido positivo. Compartir tu felicidad con los demás  se me antoja como algo fundamental. Un egoísta o un ambicioso nunca podrán ser felices. Les ciega por encima de otras consideraciones la ambición del poder y el delirio de las pertenencias. La lectura de un buen libro, una buena película u obra de teatro, una buena canción, una copa con un amigo con el que te sientes seguro o coger en brazos a alguno de tus nietos se me representa como el pórtico de la Gloria. En definitiva saber apreciar, en su justa medida, cuanto la vida nos ofrece de bueno en los pequeños placeres cotidianos. Con la brevedad de un cartero el gozo llama a tu puerta y siempre se termina marchando cuando le firmas el acuse de recibo. Por eso es tan importante saber gozar de cuantos momentos de felicidad nos convoquen y reclamen. Vivir por aquellos que ya no pueden hacerlo. Combinar la capacidad de soñar con la de pensar. Ser algo más que una sucesión de pitidos en la caja de un supermercado o un escueto “¿Desea realizar otra operación?” en un cajero automático. Bohemios soñadores en noches de luna llena y luchadores decentes en busca del jornal de la subsistencia. Querer y que te quieran como la gran aspiración de esto a lo  que llaman vida. Las luces del amanecer alumbrando tenuemente las enredaderas de los patios sevillanos. Confiando en que, al final, encontraremos a Dios en la última playa.  En definitiva, disfrutar el lado bueno de todas las cosas.

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