domingo, 21 de septiembre de 2014

Ciudades soñadas





Por una irrenunciable vocación enfermiza cada día me aterra más la posibilidad de separarme física –y sobre todo espiritualmente- de Sevilla.  Es una cuestión de mentalidad sedentaria que posiblemente a lo largo de los años no haya hecho más que estrechar y empobrecer mi círculo interior. Estoy convencido que es imprescindible viajar y conocer en profundidad otras tierras, otras costumbres y, sobre todo, otras gentes. Solo de esta forma podemos soñar con el retorno enriquecidos en cuerpos y almas. Siempre me gustó conocer la visión que nos ofrecen los grandes escritores de  las grandes ciudades.  Las mismas, después de ser narradas a través de la Literatura posiblemente para lo bueno y para lo malo no volverán a ser las mismas.  Me gustaría antes de “entregar la cuchara” conocer tres ciudades de las que estoy perdidamente enamorado: Florencia, Praga y Buenos Aires.  Puede que esto sea ya misión imposible.  Fundamentalmente por mi desgana a preparar aunque sea una maleta de fin de semana.  Romper aunque sea momentáneamente mi rutina diaria se me representa como algo difícil de digerir. Conozco casos de amigos que después de visitar ciudades influenciadas por la magia de la Literatura se han llevado un gran desengaño.  Fueron a Venecia buscando la Ciudad de “Muerte en Venecia” de Luchino Visconti y se encontraron una bien distinta desbordada por un turismo masivo y hortera.  Por tanto bien está que siga siendo el Cine y la Literatura quienes me  proporcionen el placer de viajar sin tener que moverme del salón de mi casa.  Necesito, eso si, desplazarme con alguna frecuencia a la Cádiz de la salada claridad pero, a que negarlo, eso es como visitar a un pariente cercano y muy querido.  Hoy nuestras autoridades han propiciado con su nefasta gestión que miles de nuestros mejores jóvenes tengan que viajar –de manera forzosa- al extranjero.  Muchos ya solo volverán de vacaciones y otros posiblemente pronto se vuelvan desencantados o repatriados. Recuerdo, dada mi incombustible condición soñadora, que cuando de niño veía las vías del tren me imaginaba paraísos lejanos que un día podría conocer.  Miraba a lo lejos el mar en los atardeceres veraniegos y, cuando cruzaba un barco en la lejanía, lo consideraba el paradigma de los eternos viajeros en busca de la libertad. Viajar es soñar con nuevos horizontes y como decía don Antonio (Machado)…” ¡Este placer de alejarse! Londres, Madrid, Ponferrada, tan lindos para marcharse. Lo molesto es la llegada”.  Las ciudades siempre soñadas con la esperanza de dejarnos enamorar un día por ellas.

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