miércoles, 5 de noviembre de 2014

Ética y estética



En el mes de agosto apareció en la prensa una noticia relacionada con el cantante inglés Cliff Richard. En la misma se anunciaba que se había abierto una investigación ante un posible caso de abuso a un menor. Este supuesto hecho ocurrió en los años ochenta y la policía británica ha registrado ¡ahora! la casa del cantante. Cliff Richard representa junto a Elvis Presley los dos iconos musicales más importantes de mi juventud.  Su canción “The Young Ones” se me configura como la banda sonora de mi adolescencia.  En el hipotético caso de que las tardías pesquisas policiales ofrecieran pruebas irrefutables de la culpabilidad de Cliff Richard, ¿cómo tendríamos que actuar sus fans del ayer?  ¿Lo sacamos de un plumazo de nuestro universo cultural-sentimental?  ¿Hacemos la vista gorda y miramos para otro lado?  ¿Anteponemos la ética a  la estética?  ¿Cómo se pueden borrar las huellas del alma?  ¿Quién mueve, o con que interés, este tema después de más de treinta años? ¿Creemos la versión de Cliff Richard que niega rotundamente el hecho del que se le acusa? En mis ya numerosos años de aficionado al Flamenco pocos bailaores han conseguido emocionarme más que Farruquito. Cometió un delito que dio como resultado la muerte de un hombre joven y la pena amarga que acompañará de por vida a su joven esposa.  La Justicia lo condenó y tuvo que pasar una temporada en la cárcel.  Farruquito pagó su deuda con la Sociedad y creo que siempre le acompañará –así lo ha reconocido él en más de una ocasión- la del peso de su conciencia.  Pero, ¿éticamente ya no debemos ir a verlo bailar y disfrutar con su inmenso Arte? ¿Tenemos pues que “matarlo” artísticamente? ¿Tendríamos que habernos sumado a los que se negaron, en las previas de la Bienal, a que su imagen figurara en los autobuses de TUSAMM?  Evidentemente, sin querer justificar lo injustificable,  los casos del cantante inglés y el genial bailaor son diametralmente opuestos. Alfred Hitchcock, Fellini, Coppola, Bertolucci, Ford y Billy Wilder se me representan como mis imprescindibles directores de Cine.   Biógrafos de cierta solvencia han demostrado que Sir Alfred Joseph Hitchcock admiraba y despreciaba a las mujeres a partes iguales. Comentan sin reservas que en la actualidad hubiera recibido muchas demandas por acoso sexual.  ¿Procede por tanto eliminar de mi archivo “Psicosis”, “Marnie, la ladrona”, “Con la muerte en los talones”, “Recuerda”, “Rebeca” o “Los Pájaros” ¿Separo por tanto radicalmente a Hitchcock del selecto grupo de mis directores preferidos?  “La semilla del diablo” (1968), “Chinatown” (1974), “El Pianista” (2001), “El escritor” (2010) y “Un dios salvaje” (2011) son consideradas obras maestras del Cine y todas dirigidas por Roman Polanski.  Pues bien, este afamado y reconocido Director, fue acusado en EEUU (1977) de haber mantenido relaciones sexuales con una menor. Tuvo que huir de este país donde no ha vuelto a poner un pie (igual que en Gran Bretaña). Reconozco sin ambages que cualquier abuso que se comete contra niños, mujeres y ancianos tensan todas las cuerdas de los costurones de mis sentimientos. Geniales pintores, escultores, novelistas, músicos o cineastas que nos hacen soñar a través de sus obras inmortales y cuyas vidas fueron tan dudosas moralmente como deleznables en no pocos casos.  Nos guste o no en bastantes ocasiones nos vemos obligados a separar la persona del personaje. Complejo y contradictorio si se quiere pero no nos queda otra. Es imposible que en todas las ocasiones la ética y la estética caminen cogidas de la mano. La vida de las personas es cualquier cosa menos lineal. Un genio con la pluma, la batuta o el pincel puede encubrir a un canalla integral.  Ética o estética he ahí la cuestión. 

Elegir forma parte de nuestro concepto de libertad.  O relativizamos las cosas sin llegar a la complicidad con la maldad o el Arte, en no pocas de sus variantes, se nos escapará de entre las manos. La incuestionable imperfección divina al servicio de causas nobles o perversas.  La vida en definitiva.


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