Fue un lunes día tres de noviembre del año en curso. Acudí en mi
obligada visita a San Nicolás de Bari y allí estaba Ella de luto y mostrando a
través de su pena una belleza deslumbrante. Admito sin reservas que es, a lo
largo de mis ya muchos años de visitas luneras, la vez que he visto más guapa a
la Candelaria.
¡Que bien le sentaba la pena enlutada a la Reina de la Judería! Me quedé un buen rato sin apartar ni un
centímetro mi mirada de su cara y aquello me provocó un caudal de sentimientos
difíciles de narrar. En su rostro estaba reflejado el dolor de una madre que
llora sin consuelo la muerte de su hijo. También la pena amarga de una hermana
que sufre en silencio la perdida en la batalla de su querido hermano. El dolor
inmisericorde de una hija presa del dolor al sentir en sus carnes el desgarro
de la orfandad más absoluta. El dolor sublimizado por la belleza del Barroco
más sevillano. Aquel día tomé un par de notas y ayer me aparecieron por
sorpresa en el bolsillo de una chaqueta. Hoy, lunes quince de diciembre, me
apetecía escribir sobre Ella. Un antiguo marxista en la Corte del rey Don Pedro. Aquel
día mientras charlaba con Victorino delante de la pila bautismal y rodeado de
velas de rogatorias y promesas se nos acercaron hasta tres mujeres emocionadas.
Todas nos hicieron el mismo comentario: ¡Habéis visto lo guapa que está la Candelaria vestido de
luto! Nos preguntaron si teníamos algunas estampas de la Virgen vestida de negro. Me alegró saber que aquella deslumbrante
belleza no era una percepción mía sino algo perfectamente compartible por las
almas sensibles. Cada día estoy más convencido de que la Señora de la Alfalfa es la Virgen que mejor define la
guapura de la mujer sevillana. Asumo sin complejos apasionamiento candelario
como animal de compañía. Mi abuela Teresa decía que más guapa que Ella no la
había en toda Sevilla. No la más bonita, ni la más hermosa, ni la más bella
sino la más guapa. Por eso aquel día, lunes tres de noviembre, fue de esos días
donde uno saca el alma de lo verdaderamente importante a pasear. Al final los
sentimientos siempre hacen encaje de bolillos con nosotros. Aquel día salí del
Templo siendo plenamente consciente de cuanto dejaba encerrado tras aquella
dorada cancela. La belleza enlutada como
paradigma de que fe, tradición y belleza pueden caminar armoniosamente cogidas
de la mano. Esa cara hace ya mucho tiempo que callada y discretamente le está
pidiendo a Sevilla una Corona. Con el Vía-Crucis los sevillanos descubrieron
asombrados al Señor de la Salud. Cuando
lo estimen oportuno podrán ver a esa Dolorosa ya coronada volviendo a su casa
por la Judería. Espero
vivir lo suficiente para contarlo. Allí y aquí estaremos.
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