Los “Campanilleros” fue un cante que creó Manuel Torre y que llevó a
los confines de lo verdaderamente popular Dolores Jiménez Alcántara “La Niña de la Puebla”. Un cante lleno de
nostalgia donde las paredes del alma rezuman el llanto por los paraísos
perdidos de la niñez. “A la puerta de un
rico avariento llegó Jesucristo y limosna pidió / pero el rico en vez de
limosna / los perros que había se los azuzó”. Andalucía fielmente reflejada
en una manera de expresarse. El Flamenco hecho liturgia redentora en un pueblo
que a pesar de los castigos recibidos nunca perdió la alegría. Campanas del
alba llamando a los amaneceres luminosos y toque de guitarra por Siguiriya en
eternas madrugadas de llantos y gozos compartidos. El ser humano, sin
instalarse en ella de manera permanente, necesita vivir agarrado a una cierta
dosis de nostalgia. Sin pasado no hay presente y sin presente nunca habrá
futuro. Recordar a nuestros ancestros por estos señalados días siempre será un
síntoma inequívoco de que parte de lo vivido ha merecido la pena. Antes la Navidad significaba
solidaridad, afecto y tradición. Ahora las cosas son como son o como queremos
que algunas veces sean. Suenan los campanilleros y todo renace de nuevo. Suben
y bajan las empinadas cuestas de los pueblos de Andalucía dejándonos su
soniquete depositado en los recovecos del alma. “En los pueblos de mi Andalucía / los campañilleros por la madrugá / me
despiertan con sus campanillas y con las guitarras me hacen llorá”. Los mares bordan sus espumas de encajes en
las orillas de las playas andaluzas y el rocío mañanero refresca los pétalos de
las flores en la campiña. Pasan los campañilleros y con ellos pasa nuestra vida
atada a los momentos del ayer. Llegan como las cigüeñas a los campanarios. Su
canto siempre será un canto a la esperanza. Lo dejó escrito don Antonio
Machado: “Todo pasa y todo queda / pero
lo nuestro es pasar / pasar haciendo caminos / caminos sobre la mar”. Melancolía
de campanilleros frente a una fuente de pestiños, una mesa camilla y una
botella de aguardiente. La vida atrapada siempre por la vida. Sones
de campañilleros atados a la niñez.
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