Lo ritual y lo pragmático siempre caminaron por veredas bien
distintas. El rito; los ritos; lo ritual
en definitiva cuando se configuran desde el afecto, la Fe, las tradiciones más nobles
y la belleza de la estética más sublime suelen formar parte de lo mejor del
alma humana. Mañana empieza otro Domingo de Ramos en la Ciudad. Se abrirán ventanas y balcones a un cúmulo de sensaciones
y emociones contenidas todo el año. Tiempo de espera vivido pacientemente desde
la soledad de las capillas en otoños; en los cultos de las Hermandades y
recordado en fotos de imágenes enmarcadas en despachos, cuartos o salones. Por
delante toda una Semana para volver a vivir un nuevo episodio de esta Historia
interminable entre el Hijo de Dios, su Madre y los habitantes de la Ciudad. En el culmen de
las contradicciones de este triángulo sentimental no se libran, si son
sevillanos de nacencia o querencia, ni los ateos. Cada habitante de la Ciudad, independiente de su
credo o ideología, la vivirá a su manera y ninguno que haya nacido, vivido o
amado (o todo junto) en este hermoso, sabio y viejo rincón de Andalucía le
puede resultar indiferente. Es la fuerza de la sangre que, unida a la Fe y a la belleza más
exquisita, nos convoca a través del rito. Para algunos sobrarán muchas cosas y
faltarán otras tantas. Para que engañar, aquí se mezclan desde el frikismo más
hortera hasta el agua más pura del pozo de la autenticidad de las cosas. Un “capillismo”
cutre de corbatas rosadas y un señorío profundo y exquisito. Una
sobreexposición de la banalidad y un profundo ejercicio de rigurosa
espiritualidad intelectual. Nada nuevo bajo el sol. Si repasamos fotos y
documentales de antaño puede que incluso hayamos mejorado con los años. No
estoy muy convencido de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aquí se dan cita
la Literatura
más profunda con los ripios insufribles de poetas de temporada. Si mi cuerpo no se me rebela en las próximas
horas (Dios no lo quiera) volveré a ver pasar La Candelaria por la Plaza de la Alfalfa. Vestiré
de nuevo mi tunica de ruán pasionario y se posarán, un año más, mis sandalias
negras en la Rampa
del Salvador. Veré pasar al Señor de Sevilla por la Plaza de Molviedro y al
Cachorro por la calle Reyes Católicos. Dado que ya los huesos no están para
muchas movidas callejeras poco más puedo permitirme a estas alturas (cuando de
joven podía la verdad es que tampoco era un “militante bullero”). Con los años
empiezas a comprender que cada nuevo Domingo de Ramos es una nueva oportunidad
que se te ofrece. Saborear, disfrutar y, sobre todo, ser coparticipe de los
eternos rituales. Mañana es Domingo de
Ramos en Sevilla. Vivámoslo por nosotros y, fundamentalmente, por aquellos que
ya no pueden hacerlo. Mañana, precisamente mañana, es Domingo de Ramos en
Sevilla.
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