viernes, 25 de septiembre de 2015

1946




“Uno es lo que fue su infancia.
Ahí esta la llave. Después te pules
o degeneras. Según tu cabeza”
- Paco de Lucía -

El pasado diez de agosto cumplí la friolera (en este caso la calentera) de ¡sesenta y nueve años de edad! (así, escrito con letras, suena menos erótico que si escribo 69). Una pira de años que, estoy casi convencido, han sido vividos con la positiva intensidad que la vida demanda y requiere. Nací o mejor me nacieron en el cuarto (habitación) que disponíamos como vivienda en el Corral de las Vírgenes situado en la sevillana calle Conde de Ybarra (vulgo Condibarra).  Parteó a mi madre una matrona de la Puerta de la Carne a la que apodaban popularmente como “Paquita la Borracha”.  No quiero ni pensar el calor que pasaría la santa de mi madre aquel diez de agosto de 1946. Hacia siete años que había terminado la Guerra in-civil española y los estragos de la contienda había llevado a la población a unos niveles de pobreza y miseria absolutamente demoledores. Se decía, siendo verdad, que en aquellos años era imposible ver a ningún gato apostado en un tejado. Fue la temporada (1945/46) en la que el Sevilla FC ganó el titulo de una Liga que concluyó el 31 de marzo de 1946 (como yo todavía no había nacido espero que ningún bético me culpe de ello). Precisamente el 9 de febrero de aquel año la ONU condenó al Régimen de Franco prohibiendo el acceso de nuestro país a la citada organización (en fase de constitución). Pero, sin lugar a dudas, el hecho más importante a nivel internacional de 1946 fue el “Proceso de Nuremberg” que determinó poner fin al periodo del terror nazi y la finalización de la II Guerra Mundial.  Fui el segundo varón que tuvo mi madre cerrando su ciclo materno con el alumbramiento posterior y definitivo de una niña. Aquel año, a que dudarlo, pasarían muchas cosas pero para mi madre ninguna tan importante como haber parido a un zoquete integral que creo le proporcionó muchas más satisfacciones que quebraderos de cabeza. Dicen que mi bautizó ocurrido -donde si no- en San Nicolás de Bari duró dos días de cante y vino y, posiblemente, ahí naciera ya mi inveterada afición al Flamenco. Sesenta y nueve años que son los mismos que llevo  amando a una Ciudad a la que trató de descifrar sentimental y culturalmente cada día. No desespero y espero conseguirlo algún día. Nunca es tarde si la tierra es buena y esta es la mejor.


Juan Luis Franco – Viernes Día 25 de Septiembre del 2015

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