Con la suma de años, de muchos años ya, empiezas a ser conscientes de
que con el paso de los mismos has ido dejando por el camino muchas cosas.
Sueños, ilusiones, promesas, proyectos de vida y, lo más doloroso, las pérdidas
irreparables de personas que fueron fundamentales en tu vida. Cuando lo visto, y sobre todo lo vivido, no
han conseguido instalarte en el campo del pesimismo al menos el escepticismo
aparece sombreando tu más inmediato presente y tu incierto futuro. Es entonces cuando por arte
de magia aparecen en tu vida unos “locos bajitos” y maravillosos a los que
llamamos nietos. Ellos como por arte de
magia le dan sentido a todas las cosas y nos muestran el camino de la verdad
más hermosa: la de que la vida siempre se renueva. Mis nietos representan todo cuanto de noble
pueda habitar aún en mis sentimientos más profundos. Los quiero por lo que son
y por lo que representan para mí. Suelo visitarlos, por la distancia, una vez a
la semana y, a que dudarlo, ese día se me representa como el más esperado en mi
calendario semanal. Tienen seis y tres años respectivamente y cada vez que los
veo me descubren nuevas facetas de su personalidad. Un niño y una niña que me atan a la vida a
través de los eslabones sentimentales que llevan impregnados la verdad de todas
las verdades: la de los sentimientos. Mi Rafa y mi Lola dan sentido en toda su
magnitud a mi existencia. La vida es un lento discurrir que para los creyentes
siempre debe –o al menos debía- tener un final feliz. Pero en la existencia de
los humanos los conceptos (principios y finales) se intercambian: empiezas
siendo nieto y terminas ejerciendo como abuelo.
La vida es hermosa mientras que la salud no se nos resquebraje y
logremos que un bello amanecer, unas notas musicales, el vuelo de un pájaro,
una copa de vino en buena compañía o un poema consigan emocionarnos. Que el dolor ajeno nunca nos resulte
indiferente y que siempre veamos en nuestros nietos la paradoja, triste
paradoja, de millones de niños que viven abandonados a su triste destino. Los nietos, los queridos nietos, son el hermoso
epilogo de nuestras vidas. Un nuevo e ilusionante embarcadero donde dejar que
reposen nuestras ya desvencijadas barcas. Para mí basta decir Rafa y Lola y en
la vida ya todo cobra y tiene sentido.
Los nietos del alma marcando nuestros epílogos existenciales.
Juan Luis Franco – Domingo Día 29 de Noviembre del 2015
Y qué bien lo sabes tú, amigo. Esos locos bajitos son los que nos alejan las dudas y afirman nuestras ganas de luchar. Un saludo.
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