“Olvidarán mis días
Su abanico de humoY un ángel lo abrirá
Una noche ya mustio”
- Luis Cernuda -
Rezaré, rezaremos por los muertos y sobre todo por los vivos. Cuando ya
ni los rezos logren salvarnos de los naufragios todo estará irremediablemente
perdido. Somos los hijos del agobio y fue la incertidumbre quien alumbró
nuestras noches de blanco satén. Nuestras abuelas nos enseñaron a rezar;
nuestros padres a ser personas decentes; nuestros hermanos a fumar y nuestras
novias a ser prudentes. Guardamos las estampas sobrantes de la primera comunión
en las latas de carne membrillo y ya, definitivamente, nos olvidamos de rezar.
Nuestras dolorosas, las vírgenes sevillanas, se nutrían de nuestros rezos y las
dejamos solas con el eterno dolor de las madres. Buscamos adoquines en las
montañas y flores silvestres en las anchas avenidas. Confundimos las voces con
los ecos y, como la paloma de Alberti, el mar con el cielo. Ahora navegamos
entre el miedo y la vergüenza de que nos escuchen susurrar un “Dios te salve María”. Me lo
decía mi abuelito, me lo decía mi papá, me lo dijeron muchas veces, y lo
olvidaba muchas más”. Tenemos el pragmatismo colgado en el perchero de la
entrada y ya no podemos usarlo ni en los días de zozobra. Rezaré, rezaremos por
los muertos y sobre todo por los vivos.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 25 de Mayo del 2016
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