Rotunda, diáfana, terrenal,
sublime
suena la música de Beethoven
y la noche se estremece entre
un manto de estrellas errantes.
La luna abre sus alas blancas
y los candiles de aceite
encienden
sus llamas de pasiones compartidas.
Todo envuelto en el alma del
pentagrama.
Pájaros de papel levantan el
vuelo
llenando el horizonte de cifras y
letras.
La brisa serpentea en la batuta
de Karajan
y los hombres aprenden a ser
hermanos.
Suena, suena la música de Beethoven
y Dios, ¡al fin!, ya puede dormir
tranquilo.
El mar se embravece y las olas
mañaneras
depositan en las playas encajes
de Camariñas.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 15 de Junio del 2016
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