Tomando como referencia el primer semestre del año en curso, se hizo en
Sevilla una estadística de cómo
valoraban su estancia en la Ciudad los cada día
más numerosos extranjeros y forasteros que nos visitan. Sobre una puntuación
máxima de 5 la nota media era de 4,8. Un sobresaliente en toda regla que
viene a demostrar que aquí a nadie que sepa comportarse se le considera
extraño. Todos los encuestados valoraban como muy positivo el trato recibido en
hoteles y establecimientos del ramo y, fundamentalmente, las atenciones
recibidas por los sevillanos en la calle.
En mis diarios paseos por la zona monumental sevillana observo una
cantidad ingente de turistas con un denominador común: su alto grado de civismo
y las caras de asombro ante tanta belleza. Son personas trabajadoras o de clase
media que saben a donde vienen y que valoran cuanto la Ciudad
les ofrece. Parece ser que ya se han
convertido en nuestra principal fuente de ingresos y bien hacemos en atenderlos
solícitamente. Siempre me llamó la atención cuando muchos sevillanos al querer
explicarles algo lo hagan hablando lentamente y a pleno pulmón. La antigua
creencia de que no somos entendidos por hablar todos demasiado rápido. Las cosas de esta Ciudad que no tienen parangón en el mundo mundial. Somos “Buena
gente” y así lo testimonian todos los que nos visitan. Estoy convencido de
que de cara al turismo se pueden hacer todavía muchas cosas pero, desde la Expo del 92, los avances han sido
vertiginosos. Se debía eliminar (o al
menos controlar los excesos horteras) el frikismo de algunas tiendas y buscar
una mayor uniformidad en el mobiliario de establecimientos dedicados
preferentemente al turismo. Una de las
últimas preguntas que se les hacia en el test a los turistas era…. “¿Valiéndose de su experiencia personal les recomendaría que visitaran Sevilla a
familiares y amigos? En esta pregunta concreta las respuestas alcanzaban el
cien por cien en sentido afirmativo.
Debemos estar orgullosos y aunque los agoreros dirán que no solo del
turismo puede vivir Sevilla a nadie debe molestarle unas sandalias con unos
calcetines negros. Ellos, los turistas,
nos demuestran que están enamorados de esta Ciudad pero y nosotros (sus
habitantes)…. ¿lo estamos también? Algunas
veces, a que negarlo, la duda flota en el aire. Seville
es mucho Seville.
Juan Luis Franco – Lunes Día 24
de Octubre del 2016
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