lunes, 24 de octubre de 2016

Seville



Tomando como referencia el primer semestre del año en curso, se hizo en Sevilla una estadística de cómo valoraban su estancia en la Ciudad los cada día más numerosos extranjeros y forasteros que nos visitan. Sobre una puntuación máxima de 5 la nota media era de 4,8. Un sobresaliente en toda regla que viene a demostrar que aquí a nadie que sepa comportarse se le considera extraño. Todos los encuestados valoraban como muy positivo el trato recibido en hoteles y establecimientos del ramo y, fundamentalmente, las atenciones recibidas por los sevillanos en la calle.  En mis diarios paseos por la zona monumental sevillana observo una cantidad ingente de turistas con un denominador común: su alto grado de civismo y las caras de asombro ante tanta belleza. Son personas trabajadoras o de clase media que saben a donde vienen y que valoran cuanto la Ciudad les ofrece.  Parece ser que ya se han convertido en nuestra principal fuente de ingresos y bien hacemos en atenderlos solícitamente. Siempre me llamó la atención cuando muchos sevillanos al querer explicarles algo lo hagan hablando lentamente y a pleno pulmón. La antigua creencia de que no somos entendidos por hablar todos demasiado rápido.  Las cosas de esta Ciudad que no tienen parangón en el mundo mundial.  Somos “Buena gente” y así lo testimonian todos los que nos visitan. Estoy convencido de que de cara al turismo se pueden hacer todavía muchas cosas pero, desde la Expo del 92, los avances han sido vertiginosos.  Se debía eliminar (o al menos controlar los excesos horteras) el frikismo de algunas tiendas y buscar una mayor uniformidad en el mobiliario de establecimientos dedicados preferentemente al turismo.  Una de las últimas preguntas que se les hacia en el test a los turistas era…. “¿Valiéndose de su experiencia personal les recomendaría que visitaran Sevilla a familiares y amigos? En esta pregunta concreta las respuestas alcanzaban el cien por cien en sentido afirmativo.  Debemos estar orgullosos y aunque los agoreros dirán que no solo del turismo puede vivir Sevilla a nadie debe molestarle unas sandalias con unos calcetines negros.  Ellos, los turistas, nos demuestran que están enamorados de esta Ciudad pero y nosotros (sus habitantes)…. ¿lo estamos también?  Algunas veces, a que negarlo, la duda flota en el aire.  Seville es mucho Seville.


Juan Luis Franco – Lunes  Día 24 de Octubre del 2016


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