La fe tiene tantas vertientes como necesidades las personas que la
practican. Para unos es un antídoto
contra los males de la existencia y para otros un salvoconducto que les llevará
de la nada a la plenitud del alma. Lo cierto es que después de fallecer o bien
existe el vacío más absoluto (una especie de desconexión existencial) o la
pervivencia gozosa y eterna del
espíritu. No hay más pero tampoco menos. Las imágenes religiosas más queridas
los son siempre por cercanas y, fundamentalmente, por atarnos amorosamente a nuestros
ancestros más queridos. La Candelaria
representa en mi caso la pervivencia en el tiempo de dos de mis seres más
añorados: mi abuela Teresa y mi
madre. Mi abuela llegó a la calle Conde de Ybarra con veinte años y allí permaneció hasta su muerte cuando
contaba ochenta y siete años de edad. Mi
madre aterrizó en la misma calle cuando contaba dieciséis años y por allí anduvo enredada entre penas y
alegrías más de cincuenta años. A ambas les unía una profunda devoción por la Virgen de la Candelaria y, ambas, supieron transmitirles
este fervor a sus hijos y nietos. La Candelaria
es el camino más corto que tengo para reunirme con las dos. Miro extasiado su cara y en esa belleza tan
sevillana queda reflejada cuanto de noble anida en mi persona. La visito con
frecuencia y noto en sus cambios de vestimenta (¡esta guapa con todos lo
colores!) el paso del tiempo y el avance de los días. De hebrea; de riguroso luto o esplendida presidiendo el Martes Santo en su paso azul y plata. La Candelaria (para los candelarios) es la divina y
humana plasmación de que todo permanece mientras tengamos el alma en candela
viva. Todo cobra vida a través del intercambio de miradas: las nuestras que buscamos
respuestas al presente y el futuro y la de Ella
que siempre responde que nunca olvidemos el pasado. Somos conscientes de que un
día, como tantos, pasaremos pero también los somos de que Ella seguirá, con el brillo de sus ojos, aventando esta candela que
nunca se apagará del todo. Un faro
luminoso que nos guía por los mares de los sueños entre gozos y penas. Sin Ella
nada sería igual y nuestra orfandad nos resultaría insoportable.
Juan Luis Franco - Lunes Día 14 de Noviembre del 2016
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