En algunas ocasiones, cuando todavía tenías las ilusiones de la
juventud a flor de piel, personas mayores te decían que a partir de cumplir el
medio siglo de edad el tiempo vuela. Por lo menos en mi caso particular he
podido constatar que efectivamente a ciertas edades los días, semanas, meses y
años se producen a una velocidad de
vértigo. El barómetro de esta ola que cada día nos acerca más a la orilla del
tiempo consumido lo pone fundamentalmente el crecimiento de los nietos. Los vemos crecer a la par que nosotros
decrecemos. Esto forma parte del ejercicio de vivir y en ellos siempre
encontraremos las respuestas al significado postrero de nuestra existencia. La
vida es un cúmulo de emociones, sentimientos y percepciones donde cada etapa
vivida te va configurando tu siempre inacabada personalidad. Puedes vivir cien años y siempre dejarás
muchas cosas por hacer y muchos caminos por recorrer. Toca mentalizarse de que ya estás en los
epílogos de tu existencia y el mayor tesoro es el nuevo día que se te
regala. Cuando la salud todavía te
mantiene activo y las ilusiones siguen formando parte de tu presente toca
congratularse. Últimamente noto como se me van amontonando por todas partes
muchos libros pendientes de lectura y esto no deja de provocarme un cierto
desosiego. Antes leía mucho más rápido y, a que negarlo, de manera algo
compulsiva. Ahora me gusta detenerme en cada página pues la capacidad
intelectual disminuye (aunque también aumenta la templanza). Afortunadamente en mi círculo afectivo más
cercano todo funciona correctamente y esto te proporciona un imprescindible
plus de tranquilidad. Asumir esta franja
de tu vida con absoluta normalidad es el mejor camino para que la “señora
depresión” no te coja de la mano. Pasan
los días y nos vamos desgastando entre sonrisas y lágrimas.
Juan Luis Franco – Viernes Día 3 de Marzo del 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario