El Flamenco se nutre de los sentimientos, la sabiduría y las emociones. Se cimenta en la memoria de las sensaciones compartidas y se hace Arte en la capacidad expresiva de sus intérpretes. Decir Flamenco es decir Andalucía pero también es reclamarlo como Patrimonio del Universo. No es un Arte de círculos concéntricos, sino más bien una línea sin fin en el horizonte de los mares infinitos. El Flamenco aporta a las almas sensibles su necesaria dosis de gozos y penas compartidas. Una doliente Siguiriya puede sacar a los ausentes a pasear por la vereda de la pena infinita. Un cante por Tangos te lleva en volandas al campo de lo onírico y placentero. Una Soleá de Alcalá hace filósofo a los iletrados y obliga a los ilustrados a buscar la verdad fuera de los libros. Soniquetes del alma que nos atan amorosamente con nuestros ancestros. Quejíos en las noches de la Alameda sevillana que abren surcos por los recovecos del mundo. Artistas del ayer, del hoy y del mañana navegando majestuosos por los mares de los sueños. La Música del Sur español asombrando a los habitantes de todos los confines de la Tierra. Por cierto: este Arte universal se llama FLAMENCO y no "Flamenko" ni "Flamenquito".
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