En mis cada vez más menguados paseos mañaneros me suelo encontrar con gente por las que siento un gran aprecio. Valoro de ellos su ecuanimidad de cuánto argumentan y, sobre todo, el comportamiento cívico y racional de sus actos. Observo que en todos predomina actualmente un sentimiento que comparto plenamente: el hartazgo. Hartos de políticos más preocupados en defender sus parcelas de Poder que en atender, de manera prioritaria, los graves problemas que padecen cientos de miles de sus compatriotas. De sectarios y populistas que no dejan de remover las agitadas aguas para poder pescar en ríos revueltos. Hartos de tertulianos profesionales y "periodistas" que siempre apuntan sus comentarios en una sola dirección. Hastiados de independentistas de cartón piedra que viven instalados en un falso y muy rentable victimismo. Hartos de programas televisivos que solo pretenden "hacer Caja" llenando de inquietud y desosiego a quiénes los consumen. Las personas (fundamentalmente mayores) se siguen muriendo cada día enredadas entre la soledad y el olvido. Este virus ya no respeta ni a los Conventos de Clausura. Vivimos instalados en un peligroso doble virus: el de la Epidemia y el, no menos peligroso, que nos proporciona un amplio segmento de una Sociedad insolidaria e irresponsable. Estamos cansados y hartos pero no exentos de una necesaria dosis de rebeldía. Para entendernos: estamos hasta los huevos.
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