La Pandemia ha propiciado que nuestra vida (en todos los sentidos) haya sido alterada sustancialmente. No queda otra que adaptarnos a lo que cada día nos demandan las circunstancias. Desde que pasé a la "Reserva India " de los laboralmente inactivos dos días tiene la semana que colman una buena parte de mis aspiraciones existenciales. Lunes y jueves. Los lunes acudo puntual a San Nicolás para, a través de La Candelaria, reencontrarme con mi pasado. Los jueves acudo (más bien acudía) a Dos Hermanas donde, por medio de mis nietos, contemplo gozoso la estela de mi futuro. Hay un hecho puntual que vivo cada lunes cuando estoy muy cerca de arribar a San Nicolás. Ocurre en la calle Mármoles. A esa hora de la mañana escucho como un pianista (entiendo que de manera magistral) interpreta a Chopin. La música llega plácidamente a la calle a través de un balcón semiabierto. Siempre me paro un momento pues se que en cuanto arranque a andar se evaporará la magia. Ignoro si el pianista será profesional o simplemente un buen aficionado. Lo cierto es que un buen piano; un buen pianista y una partitura de Chopin dan para mucho. Con el hermoso complemento añadido de estar ya a cien metros de La Candelaria. Son esos placeres cotidianos que te demuestran que la Felicidad más que tener es sentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario