Hemos creado una Sociedad donde todo, más pronto que tarde, queda totalmente amortizado. El notición de la mañana del lunes queda olvidado antes de que el alba llame a las puertas del martes. Todo se nos manifiesta volátil y efímero encuadrado en una lucha desenfrenada donde siempre sale victorioso el mañana. Nos sentamos a comer mientras vemos en el informativo como unos salvajes asesinos lanzan sus bombas contra edificios poblados de personas inocentes. Vemos las casas destruidas y las calles llenas de heridos buscando desesperadamente ayuda y los cuerpos inertes de los muertos desparramados por esquinas y caminos. Comentamos con quiénes nos acompañan en la mesa que esto es una barbaridad y seguimos mareando con la cuchara el cuenco de salmorejo. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Nos han acostumbrado a vivir con la barbarie y vemos exponencialmente cuanto sucede como si estuviéramos viendo una película de Tarantino. Hoy día el tratar de estar bien informado se ha convertido en un ejercicio de masoquismo. Los informativos son una catarata de malas noticias donde siempre nos quedamos con la impresión de que lo malo puede estar por llegar. Vemos a los políticos mentir sin pudor en sus comparecencias públicas y hasta el “hombre del tiempo” parece que se regodea anunciando olas de calor; lluvias torrenciales o el frío más siberiano. Las buenas noticias ni están ni se las espera. El espectáculo debe continuar. Vivimos sobrecogidos con la esperanza de que “el Guerrero del Antifaz” venga en nuestro rescate. Parece ser que todo es manifiestamente empeorable y, en no pocas ocasiones, tenemos la impresión de que Dios nos abandonó hace tiempo y que su Hijo ya no sabe dónde acudir. De manera natural hemos asumido la barbarie como algo inevitable y ya todo parece que no va con nosotros. Estamos instalados en una burbuja individualista donde convivimos con nuestro entorno más cercano y cuánto ocurre fuera parece no interesarnos. Solo nos queda la esperanza como último asidero existencial. Lo triste, lo verdaderamente triste, es que somos el resultado de un programa que otros han creado para nosotros. Ya nada es lo que parece y mucho menos lo que nos hacen creer. Guiñoles movidos por los hilos invisibles de quienes mandan en nuestras vidas y haciendas. La barbarie asumida.
jueves, 30 de junio de 2022
martes, 28 de junio de 2022
La Ciudad cochambrosa
Esta Ciudad, la Ciudad de nuestros amores y desvelos está sucia, tremendamente sucia. Esta cochambre se manifiesta de manera permanente tanto en el Casco Antiguo (zona monumental incluida) como en la Barriadas periféricas. La cochambre no conoce fronteras. Entiendo que este calamitoso estado de suciedad se fundamenta en dos ejes fundamentales: el incivismo de algunos y algunas con el complemento de una necesaria reestructuración de Lipasam (mayores refuerzos humanos y mejores dotaciones). Tampoco estaría de más una mayor vigilancia para controlar el abuso de algunos “grafiteros” que se creen unos Picasso urbanita cuando solo manchan las paredes de gilipolleces. Tengo un amigo madrileño de sentires flamencos que es un enamorado de Sevilla y a la que visita con mucha frecuencia y siempre, absolutamente siempre, me hace notar que el deterioro estético de la Ciudad es cada día mayor. Sería interesante que se organizara un Concurso de fotos que pudieran mostrarnos que parte o zona de Sevilla se lleva la palma en cuanto a inmundicia se refiere. Sevilla esta fea de cojo… y se nos representa como una hermosa y vieja Dama con los zapatos siempre sucios. Para quienes tenemos a esta Ciudad como el epicentro de nuestras emociones más nobles esto no deja de resultarnos doloroso. Todo forma parte de una Sociedad compulsiva y banal donde el concepto de libertad se fundamenta en que cada uno haga en la calle lo que le de la real gana. Un Estado de Derecho se fundamenta en un equilibrio ciudadano entre derechos y deberes. Observamos con cierta preocupación (aunque sin mover un dedo para evitarlo) como el vandalismo le ha ganado definitivamente la partida a la sana convivencia. Quién no cuida lo que bien quiere está expuesto a perderlo. Puede que la solución para algunos sea que “El Giraldillo” baje con una escoba.
jueves, 23 de junio de 2022
José Luis Balbín
Ayer nos enteramos de la triste noticia del fallecimiento de José Luis Balbín. Tenía 81 años de edad y su paso por la televisión dejó una estela de rigor periodístico y de buen hacer verdaderamente encomiables. Su programa “La Clave” en una televisión en blanco y negro y dentro de una España que buscaba con esperanza la paleta de colores fue un adelanto de por dónde debían ir las tertulias. Todo en aras de ir construyendo un país donde se pudiera debatir de manera civilizada sin que la sangre (tan presente en nuestra Historia) llegará a desbordar los cauces de los ríos. Pocas dudas albergo que esta tierra es poco proclive a las buenas raíces y así nos va. No solo olvidamos a las buenas enseñanzas sino también a los buenos maestros. Para cada programa de “La Clave” José Luis Balbín escogía un tema y el gran Carlos Pumares programaba una película acorde con el tema elegido. Balbín encendía parsimonioso su pipa y juntaba en torno suyo a una serie de tertulianos de las ideologías más diversas. Allí se debatía más que se discutía y podían convivir sin grandes sobresaltos las tendencias ideológicas más dispares. Las dos Españas se diluían de manera equilibrada bajo la magistral batuta de este mago del periodismo televisivo. Por la senda que lleva a la eternidad se nos van de manera permanente personas que formaron y formarán para siempre parte de nuestra cultura sentimental y cultural. Se nos fue José Luis Balbín y en el humo de su pipa quedará para siempre plasmado los aromas de la verdadera libertad. Se lleva con él “La Clave” de una España que se niega todavía a cerrar las puertas de las armerías ideológicas.