Si escribimos que ha fallecido un ciudadano andaluz llamado Manuel Muñoz Alcón posiblemente serán muchos los que ignoren de quién se trata. Si escribimos, cautivos del dolor y la pena andaluza, que se nos ha muerto Manolo Sanlúcar la cosa cambia radicalmente. Es imposible, literalmente imposible, reseñar en estas pocas y torpes líneas la enorme grandeza de este sanluqueño universal. La Guitarra flamenca en las manos y la sabiduría del hijo de “Isidro el Panaero” alcanzaron una dimensión absolutamente extraordinaria. Hombre cabal entre los cabales; andaluz preclaro de soles y lunas; Maestro del Flamenco y aprendiz permanente de todo cuánto le rodeaba. Manolo Sanlúcar es mucho más que un gran guitarrista y se sitúa por derecho propio y sin un atisbo de vanidad en el Olimpo de los andaluces universales. En su sonata están reflejado los bellísimos atardeceres de su Sanlúcar del alma y la magia que despunta cada amanecer el Coto de Doñana. Caballero Bonald con la pluma y Manolo Sanlúcar con la música nos dejaron un legado imperecedero de la Tierra de la Manzanilla. Existen días donde la tristeza nos invade y se apropia de nuestros ya cansados corazones flamencos. Nos queda como antídoto contra el dolor su música flamenca universal y su noble condición de andaluz lucido y bondadoso. Este no es un día para sacar a pasear las bellas palabras y los emocionados recuerdos. Hay que recordarlo vivo y en toda su inmensa grandeza. Sacaré de mi archivo su inmenso caudal sonoro y lo escucharé toda la noche contemplando las fotos de mis nietos (precisamente de ayer) en las mágicas puestas de sol en la Playa de la Jara. Cuando mi alma de andaluz y flamenco ya navegue desde Sanlúcar a Triana cerraré los ojos para oler la manzanilla por la calle de la Plata. Que la Virgen de la Caridad te guarde y agradecidos, eternamente agradecidos, por el inmenso caudal flamenco y cívico que nos regalaste. Hasta siempre Maestro.
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