Dentro de pocas horas comenzará una nueva Bienal de Flamenco de Sevilla, será la número XXII y se desarrollará del 8 de Septiembre al 1 de Octubre. Visto el programa flamenco que se nos ofrece creo que es sumamente atractivo aunque, a qué negarlo, siempre aparecerán los “objetores” que se nutren de los elementos del negativismo. Ante un evento con un recorrido tan largo y que a la postre se nos configura como el evento mundial más interesante del Flamenco acertar al cien por cien se nos antoja una tarea imposible. Para algunos faltarán determinados artistas y para otros sobrarán algunos de los programados. Nada nuevo bajo el sol sevillano que más que calentar nos quema de manera inmisericorde. Insisto, repaso la programación y me parece excelente. ¿Mejorable?, sin duda. Como cualquier obra humana contentar a todo el mundo no es que sea difícil es, simple y llanamente, imposible. Se puede (y se debe) avanzar más para que la Ciudad y la Bienal se complementen hasta convertirse en un evento de los más importantes de Sevilla. Si solo nos ponemos en manos del turismo para garantizar el éxito de la Bienal siempre tendremos la asignatura pendiente de una vertebración (Flamenco y Ciudad) absolutamente necesaria. Hay que intensificar la llegada de la Bienal a los Barrios de la periferia para conseguir que estos, a través de la inclusión, se sientan participes de tan magno acontecimiento. Este año podré ver a mi sobrino Marco Serrato tocando el contrabajo junto a la guitarra de Raúl Cantizano para apoyar el cante de Tomás de Perrate. Son momentos existenciales que a ciertas edades se nos antojan de un gran calado sentimental. Apoyemos siempre la Bienal desde la atalaya de lo genuinamente positivo. Disfrutemos cuánto podamos de lo mucho y bueno que se nos ofrece. La vida son tres días y mejor pasarlos con el goce y disfrute del Arte Jondo. Septiembre, Sevilla y la Bienal son un mágico trío que bien merece la pena conservar, mejorar y, sobre todo, valorar y preservar. Empieza otra Bienal, la XXII, y Sevilla se viste de gala para recibirla con todos los honores. Arriba el telón y, sobre todo, arriba los corazones flamencos
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