Pasar por la calle Acetres es recordar la infancia de Luis Cernuda. Un niño sevillano que se sentaba en la escalera de su casa protegido por un toldo que, a la postre, cambiaba los rigores veraniegos por soñadores claroscuros. La vida enmarañada entre la poesía que todo lo cura y las ilusiones infantiles que todo lo puede. Veranos de calores inmisericordes que propicia que los cuerpos y las almas busquen refugio. La templanza como forma de vida en una Sociedad que hoy está programada para la continua aceleración. Buscamos el alma de la Ciudad por la Plaza de San Pedro con la mágica sonanta del Niño Ricardo y el mejor pincel de la Historia en manos de Velázquez. Nos adentramos por Puente y Pellón buscando los aledaños de la Casa del Poeta. Venimos de un epicentro sevillano donde la Ciudad se retroalimenta apoyada en su mágico trípode: Flamenco, Pintura y Poesía. Todo del tirón y sin previo aviso. Aquí hoy en día ya existen protocolos hasta para darle un abrazo a un amigo. Parece ser que de manera ingenua pretendemos vivir en Sevilla sin necesitar para nada la poesía. ¿Acaso puede vivir la flor sin una rama que la sostenga? Las viejas almas flotan en la Ciudad sostenidas por el leve susurro de las rimas de Bécquer que se cimentan en la calle Conde de Barajas junto a nuestro Vecino más ilustre. No podemos obviar las prioridades existenciales de supervivencia y de la que carecen no pocos sevillanos. Incluso en situaciones limites de necesidad a nadie le amarga un…buen poema. Si alguna vez (los humanos estamos en ello) la vida desapareciera de la faz de la Tierra seguro, completamente seguro, que en el aire flotará un trozo de papel con un poema que nos hablará de gozos y penas. Las viejas almas de la Ciudad flotando por la Judería sevillana sorteando turistas pertrechados de gorras, pantalones cortos y sandalias con calcetines negros. La Poesía, los poemas, huyendo en desbandada hacia los confines del Aljarafe. Allí les espera un buen vaso de mosto y una sentencia filosófica que nace de las almas sencillas. No existe una Ciudad en el mundo que, como Sevilla, le siente mejor la Poesía. Machado jugando de niño en un huerto claro donde madura el limonero. Cernuda sentado en un verano eterno en el patio de su casa. Dos niños sevillanos que todavía no saben que a la larga serán carne de exiliados. Lo escribió con conocimiento de causa don Antonio Machado: “Unas de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Se fue Luis Cernuda y nos dejó para siempre en el aire sevillano su inmortal poesía donde las almas viejas flotan eternamente. Las flores siempre estarán frescas en su Jardín Antiguo.
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