Que duda cabe que el vandalismo es un fenómeno social (pernicioso y destructivo) de carácter internacional pero que, lamentablemente, en Sevilla se nos ha vuelto cruelmente selectivo. Atacan nuestro Patrimonio para herir el epicentro de nuestra sensibilidad sevillana. Cuando el vandalismo y la impunidad caminan cogidas de la mano las ciudades tiemblan por todas sus costuras. Este lunes nos levantamos con tres malas noticias. La primera el fallecimiento de Sir Bobby Charlton. Una leyenda del futbol inglés y mundial. La segunda una borrasca llamada “Bernard” que deja a Sevilla con la mitad de sus arboles tirados por el suelo (éramos pocos y parió la tormenta) y con el miedo metido en nuestros ya asustados cuerpos. La tercera fue un ataque vandálico contra la cruz de piedra de la placita de Santa Marta (el Crucero de San Lázaro que data de 1564). Allí donde se sitúa el kilometro cero de las Hermanitas de la Cruz y donde los gozosos domingos de antaño se recubrían de la magia histórica de la Filatelia y la Numismática. La vida se reparte entre un sello (la historia); una moneda (la supervivencia y los intereses) y un poema (los sentimientos enredados entre risas y lagrimas). Esta plaza (placita) de Santa Marta se ha ido deteriorando con el paso del tiempo quedando abandonada a su suerte por la desidia de nuestras autoridades y el desinterés de la ciudadanía en general. Aquí se encuentra (mas bien se encontraba) deambulando el alma eterna de una Ciudad que estaba diseñada para ser inmortal y que hoy, gracias a la Aldea Global, se nos presenta instalada en lo efímero y lo banal. Sevilla sufre y padece el irracional vandalismo en toda su crudeza. Se ataca salvajemente a su Patrimonio Histórico (incluyendo sus Parques y Jardines) y se deterioran de manera permanente los elementos urbanos (mobiliario) que ven alterados seriamente sus cívicas funciones. Las medidas preventivas están muy lejos de ser eficaces y la impunidad sigue favoreciendo a unos infractores que, desgraciadamente, siguen creciendo cada día. Esta es una Ciudad ninguneada en su pasado y donde la solución a los problemas del presente siempre serán resueltos en el futuro. De continuo se toman medidas pero nunca conseguimos ver el traje terminado. Alguien dijo, creo que acertadamente, que Sevilla se padece en sus realidades y se disfruta en sus sueños. Mal vamos cuando ya la Fe son solamente procesiones; la Cultura eventos mediáticos internacionales y la Economía se sustenta en turistas con mochilas, portando botellas de agua y comiendo manzanas por las calles. Sevilla esta moribunda y no tenemos claro si reanimarla; darle cuidados paliativos o practicarle definitivamente la eutanasia. Reflexiones anímicas algo bajas cuando te levantas un lunes y sabes que ha fallecido el gran Sir Bobby Charlton; compruebas apenado que las bombas sustituyen a las palabras; ves como el bárbaro vandalismo destruye cruces de piedras y, encima, te asomas a la terraza y observas el árbol que daba sombra a tu portal tirado por los suelos. Eso si, todo cuanto acontece en la Ciudad (bueno o malo) está envuelto en papel de regalo que aquí siempre supimos muy bien guardar las formas. Como entierran a los muertos en Sevilla no se entierran en ninguna parte. ¡Que bien se entierra en Sevilla! Siempre dicen en los velatorios: “Parece que está dormido”. Todo el que se muere era una mas que excelente persona. Aquí los malos nunca se mueren. Recuerdo asistir en el Tanatorio al funeral del hermano de un intimo amigo. El finado no se puso traje ni corbata en toda su vida. Entre chándal y camisetas pasaba las distintas estaciones del año. Su viuda en su último adiós le compró un traje de segunda mano y lo amortajó como para ir de boda. Pensaría que no estaba bien entrar en la Gloria (o el Infierno) con un chándal y unas zapatillas deportivas. Esta es la Tierra de María Santísima y ya sabemos que la paciencia de las madres siempre es infinita.
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