“Buscaron a Dios en la penumbra
huyendo de la pena y el dolor
y encontraron la luz que más alumbra
a los pies del que está en El Salvador”
Como pasó siempre Sevilla comienza el año en la Plaza de San Lorenzo con el Quinario del Señor de Sevilla. Allí siempre empieza un lento proceso de relevos generacionales y de asentamiento de las más nobles tradiciones. Después, como un hermoso punto y seguido sevillano, llega la Novena del Señor de Pasión. Dos Juanes (de Mesa y Martínez Montañés) esculpieron la madera para dotar a estas imágenes del hilo conductor que lleva a la Fe por los mágicos senderos de la Ciudad. En la siempre ancestral y sempiterna confrontación sevillana se ha querido dilucidar que Nazareno (artísticamente) es el más portentoso. Esto seria como abrir un debate sobre el orden racional de los Mandamientos. Aquí se nos muestra como el Arte más majestuoso ha sido puesto al servicio de la Fe de un Pueblo. El Señor del Gran Poder trasmite el dolor más expresivo para así proporcionar consuelo y poder atenuar el de los mortales. El Señor de Pasión interioriza ese dolor para hacerlo más reflexivo y así queda intelectualizada la inminente tragedia. Estamos ante el Alfa y el Omega del dolor. El Gran Poder duele desde las distancias cortas. Pasión cobra todo su sentido en las medias distancias. En clave flamenca el Señor de Sevilla es un cante por Seguiriya en el eco gitano de Manolo Caracol. Pasión es uno por Granaina en la dulce garganta de Manuel Vallejo. No existe en el mundo de la cristiandad dos imágenes que mejor reflejen el tortuoso camino del Mesías hacia el Monte Calvario. En Sevilla nunca existieron las casualidades y no lo son que el Gran Poder y Pasión nos marquen siempre el camino de salida. Después, en su discurrir callejero de Semana Santa, se invertirán los papeles sevillanos. Con las últimas luces de la tarde del Jueves Santo saldrá Pasión por el dintel de la Colegial del Salvador. Después, cuando la Madrugá se haga dueña de las calles sevillanas, el Gran poder aparecerá como un ascua de luz por la puerta de su Basílica. Nunca coinciden en la calle para que podamos ordenar racionalmente el impacto emocional de sus presencias. Quienes han visto a Pasión por la calle Francos y al Gran Poder por la Plaza de Molviedro han tocado el cielo sevillano con la palma de la mano. Gran Poder y Pasión; Pasión y Gran Poder unidos por las lágrimas de cera que derrama la Ciudad. Un sentimiento que sobrepasa el tiempo de los mortales. El principio de todo.
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