martes, 12 de marzo de 2024

Por los caminos de la Esperanza

La vida, ante sus inevitables pesares e incertidumbres, necesita retroalimentarse de la Esperanza. Sevilla siempre se nos presenta como el faro esperanzador ante los fuertes oleajes de la existencia humana. Más que como un antídoto o un paño de lagrimas la Ciudad se nos configura como un manual de respuestas existenciales al sevillano modo. En una hermosa contradicción las dolorosas sevillanas transmiten su inmenso dolor desde la belleza suprema. El sempiterno llanto de las madres sevillanas que siempre llevan colgada de sus cuellos una medalla como antídoto contra la pesadumbre. Junto a las tierras de Macarius vive y recibe una Esperanza de soles y lunas que, tras un Arco, se nos muestra en la plenitud de su incomparable belleza. El mismo Arco que siempre dispara sus flechas de amor buscando acertar en la diana de los más nobles sentimientos sevillanos. Allí donde la Roma Imperial se sevillaniza y donde un bordador consiguió transformar la Semana Santa sevillana con altas dosis de belleza. Al otro lado del río habita una Esperanza que siempre nos espera cuando cruzamos el Puente de todos los puentes. Allí donde la Soleá se hizo eterna en los ecos trianeros y artesanos de los alfareros. Donde el quejío gitano de los Caganchos se convirtió, a golpes de fragua, en un lastimero cante por Siguiriya. Un bergantín trianero que avanza hacia Sanlúcar llevando como timón los ojos más bonitos que dieron esta tierra. Por entre dos Puertas (Carmona y Osario) reina una Esperanza que uniéndose a la Gracia llena cada Domingo de Ramos las calles de la Ciudad con el dulce sabor de los eternos comienzos. Todo bajo el soniquete a golpes de maracas de los “Angelitos Negros” de Antonio Machín. Por los confines de Capuchinos aparece una radiante Esperanza espejo sublime de pura sevillanía. La finura sevillana reflejada en su máxima expresión. Allí donde Carmona pasa de pueblo a Carretera y un Santo italiano enseña las cuatro reglas con el prisma de la infinita bondad. Una Esperanza que funde su infinita belleza tomando como propio el solemne y mágico halo de la Santísima Trinidad. Allí donde la Ciudad marcaba una línea entre intramuros y extramuros para recibir a los viajeros románticos y despedir a los que buscaban fuera nuevos horizontes. Todos los caminos conducen a Roma y todos los caminos de la Esperanza nos llevan a Sevilla. Al final todo termina cuadrando: Roma y Sevilla buscándose en la Esperanza.

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