“Tiempos complicados los actuales donde a los bondadosos se les llama tontos y a los malvados listos”
La bondad parece que cada vez cotiza menos en la bolsa de la existencia humana. La buena gente a la que eludía en su poemario Antonio Machado. La RAE especifica lo siguiente refiriéndose a la bondad: 1. Cualidad de bueno (Ant.: maldad) 2. Natural inclinación a hacer el bien. Sin.: benevolencia, benignidad, generosidad, magnanimidad, tolerancia. (Ant.: malicia, perversidad, maldad). Demostrado queda que a quien se le atribuya un carácter bondadoso tiene abiertas de par en par las puertas del Cielo. Sevilla siempre ha sido una fábrica de atinadas denominaciones populares. Para definir a una buena persona el mejor calificativo siempre fue “es muy buena gente”. Si ocurría lo contrario se le denominaba “un sieso manío”. Hoy ejercer de buena persona es altamente complicado. No se puede intentar caminar por entre la maleza sin llevar una hoz para irla cortando. Recuerdo a un íntimo amigo, ya caído en la batalla de la vida, que me dijo un día que cuando muriera le gustaría que el texto de su esquela mortuoria fuera : “Intenté ser más bueno pero no me dejaron”. Estamos instalados en el egocentrismo . La bondad y el egoísmo nunca fueron buena pareja de baile. Desde niños nos enseñaron nuestros mayores a transitar por la senda de las buenas personas. Todo lo demás era secundario. Lo de “haz el bien y no mires a quién “ hoy ya forma parte de las cosas obsoletas. Somos parte de un sistema donde manda de manera inmisericorde la Economía de Mercado. Se nos valora por lo que poseemos y nunca por lo que damos o podemos dar. Conviene no engañarse: el neoliberalismo no hace amigos, hace negocios. La bondad enredada por entre las redes de los pescadores de “nuevos clientes”. Ser practico se ha convertido en una imperiosa necesidad. Lo que olvidamos con demasiada ligereza es que nadie hablará de nosotros cuando militemos en el Batallón de los Ausentes. Somos números en las distintas parcelas de la existencia humana y los números son siempre fuente de amortización. ¿Quién se acuerda ya de la terrible Pandemia? ¿Alguien cree que supimos entender las claves existenciales de tan dura experiencia¿ Sinceramente creo que ahí perdimos la última oportunidad de engancharnos a la bondad.
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