A través de los medios recibimos un comunicado de Iñigo Errejón donde nos anunciaba su definitiva retirada del mundo de la Política. El comunicado cuando menos resultaba chocante y a decir verdad algo desconcertante. Configuraba (sin argumentar nada sólido) un relato preñado de criterios maniqueos de carácter seudo-filosóficos y, pretendidamente, con ínfulas de profundidad intelectual. Leí el comunicado hasta en tres ocasiones y mi desconcierto no hacia más que aumentar. Pensé para mis adentros: “Este hombre o padece una enfermedad mental de cierta importancia o aquí hay gato encerrado”. Al poco tiempo se despejó la incógnita cuando soltaron al gato. Su necesaria presunción de inocencia quedó amortizada cuando ha reconocido, ante compañeros y compañeras de su propia formación política, que las acusaciones que pesan sobre él son ciertas. Acusaciones que lo sitúan como un depredador sexual menospreciando a las mujeres que se le ponían a tiro. ¿Qué Iñigo Errejón, el yerno soñado y el hijo deseado, era un violador sexual? ¿Qué aquel que causaba admiración en todos los sustratos de la Sociedad española era un farsante? ¿Qué este hombre con cara de eterno niño bueno, al que temíamos que un día le contaran la verdad de los Reyes Magos, era la perversión disfrazada tras unas gafas? Al final el gran adalid de la defensa feminista militaba en el otro bando: el de los maltratadores de mujeres. Reconozco que estos casos más que indignación me producen una cierta tristeza. Nunca me gustó (por vil oportunismo) hacer leña del árbol caído. SUMAR, su grupo político, se ha quedado en estado de desconcierto colectivo. Existen indicios de que algunos de sus militantes eran conscientes de lo que estaba pasando. ¿Taparon con la manta de la ignominia las tropelías de su particular Peter Pan? Ahora todo queda supeditado a la labor de la Justicia. Será ella quien determine el alcance de estos delitos sexuales. Insisto, no me resulta nada grato escribir sobre estos perversos menesteres. El miembro más valorado de la nueva izquierda española hundido en el fango de la mentira y la perversión. Nunca debemos confundir a las victimas con los verdugos. En estos momentos mi cuota de solidaridad (de manera integral) es para con las victimas que ha dejado en el camino. Ni se puede justificar lo injustificable ni podemos, una vez más, dar la callada por respuesta. Tendrá que asumir el veredicto de la Justicia y vivir dentro de los laberintos que le marque su conciencia. Al final Peter Pan nos salió rana y ahora toca dilucidar si la charca donde se movía también estaba contaminada. Lo de buscar “chivos expiatorios” para salvar el buen nombre del colectivo, aparte de añejo, ya carece por completo de credibilidad. Lo de la “paja en el ojo ajeno” en toda su máxima expresión. Si no limpias tu corral no puedes pretender que limpien los suyos tus vecinos. Esto traerá (o al menos debía traer) aparejado un antes y un después en el envilecido y clientelar mundo de la Política. Tiempo al tiempo.
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