jueves, 16 de abril de 2009

Hora de Balance

Pasó con toda su carga de emociones y sensaciones compartidas la Semana Santa del 2009. Un hecho feliz ha sido su nota determinante: pudieron salir, sin excepción, todas las hermandades a realizar su Estación de Penitencia. La temida y casi siempre omnipresente lluvia se olvidó –afortunadamente- de Sevilla en estos días. Decía una canción en mi ya lejanos días infantiles….”que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan, que sí, que nó, que caiga un chaparrón….., pues eso que llueva que falta hace, pero nunca en nuestra Semana Mayor. Ya todo está consumado y queda un año por delante para soñar la que nos nacerá en el 2010. Ahora fugazmente será tiempo de balances muchas veces precipitados y carentes de objetividad. Muchos verán - o mejor dicho veremos- la paja en el ojo ajeno y obviaremos la viga en el nuestro. Esto siempre ha sido y será así por los siglos de los siglos. La Semana Santa es una paloma blanca que sobrevuela Sevilla durante una Semana de Pasión. Unos, debidos al vigor de su juventud corretean sin parar bajo su vuelo. Otros desde las limitaciones que causa la edad o la condición física, se conforman con acariciarla amorosamente cuando se para a beber en alguna fuente. Algunos la verán pasar nostálgicos desde su balcón o ventana añorando tiempos mejores. Los ausentes asomados en los balcones del cielo arropados por las saetas sublimes de Vallejo, Caracol y La Niña de los Peines. Hay tantas Semanas Santas como sevillanos la contemplan. Querer que discurra en una sola dirección es perder el tiempo y el sentido de las cosas. La fé, las tradiciones, las sensaciones y los lazos amorosos solo tienen un denominador común: la Ciudad. Después cada uno se siente identificado fundamentalmente con unas imágenes, una Hermandad o un barrio. Ahí radica su grandeza: en su diversidad. Nunca podremos hablar de un hecho vertebrador en sí mismo. Nos refugiamos con los “nuestros” en compartir sentires y emociones que se renuevan cada año. Lo verdaderamente importante es que aquí siempre gana la Ciudad. Madre amorosa, que nos abre sus arterias en primavera, para que por ellas discurran el Hijo de Dios y su bendita Madre. Pongamos nombre allí donde palpita nuestro corazón cofrade y sevillano. La misma Esperanza habita en la Macarena, Triana, San Roque o la Trinidad. Jesús Nazareno camino del Calvario sevillano saliendo de San Antonio Abad, el Valle, el Salvador, la calle Castilla o allí donde anida el alma eterna de Sevilla: San Lorenzo. Cristo crucificado solo y desamparado (hasta por su Padre)……”Padre por qué me has abandonado”, que busca consuelo ante la inminencia de su muerte bajo el cielo azul de Sevilla. Sale a expirar desde el Patrocinio, la Colegial, San Bernardo, Santa Cruz, la Universidad, el Museo o la Magdalena. Madres sevillanamente bellas en su dolor, que nos llegan desde San Nicolás, el Museo, San Esteban, los Negritos o San Juan de la Palma. Todos y todas con un denominador sentimental comun: su profunda sevillanía. La Semana Santa es un puzle compuesto por cientos de piezas nacidas desde la fé, los sentimientos y las tradiciones. Pasa rápido por hacer verdad aquello de ….”lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Pues por ahí andamos gracias a Dios y a la madre que nos parió sevillanos y cofrades.






¿Balance del 2009?. Sinceramente que cada uno haga el suyo. Pongamos un ejemplo: si una Semana Santa es espléndida, pero tu hermandad fue de las pocas que no salieron por la lluvia, ¿quién podrá convencerte que para ti no ha sido nada buena?. Aquí la objetividad –y nunca mejor dicho- siempre irá por barrios. Los defectos que se hayan podido apreciar –llamativo el de las “sillitas”- son los reponsables políticos quienes deben poner los medios para subsanarlos. Los cofrades lo que debemos –y creo que hacemos- es mostrarnos en las calles con toda nuestra carga sentimental y dando testimonio de nuestra fé y sevillanía. Es un amoroso relevo que nos trasladaron nuestros mayores y con seguir la senda que nos trazaron cumplimos nuestro objetivo por las calles. No hay motivo para la nostalgia. Acudamos regularmente a visitar a nuestros imágenes en sus templos. Vivamos con pasión y sentimiento los cultos internos. Ahora más que nunca la Sociedad nos reclama en nuestro compromiso cristiano y cofrade. Somos algo más que una túnica, un cirio, una insignia, una cruz, un costal, un tambor o una trompeta. Como cristianos de base tenemos que dar testimonio de bondad y solidaridad en nuestros quehaceres cotidianos. Aparte de ir una vez al año a nuestra Casa Hermandad a retirar la papeleta de sitio, también debemos hacerlo para ofrecernos en aquello en que podamos ser de utilidad. Siempre podremos sacar un poco de tiempo a nuestras ineludibles obligaciones laborales y familiares para dedicarlo a los demás. Paciencia pues, que ya mismo escucharemos a un coro de campanilleros anunciando la Buena Nueva. Como siempre, el Señor de Sevilla con su Quinario, nos mostrará de una manera latente que otra Semana Santa empieza a nacer.

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