jueves, 20 de agosto de 2009

Galopando sobre la arena



Río de mi Sevilla
no te entretengas
que te espera en Sanlúcar
la mar inmensa.


Escribía hace tan solo unos días el maestro Luis Carlos Peris extrapolando aquella famosa frase del Gallo….”quien no ha visto toros en el Puerto no sabe lo que es un día de toros”, a las Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda. Bien cierto es, y a este recomendable evento agosteño lo podemos encuadrar entre los más hermosos del verano andaluz. En este mágico entorno se dan una serie de condiciones ambientales que hacen absolutamente vital el no perdérselas.
Son tres días de Carreras repetidas cada dos semanas aprovechando la bajamar. Aquí la naturaleza se mostró espléndida esparciendo los colores de su divina paleta. Con un tramo que comprende desde Bajo de Guía hasta el remonte de las Piletas. Todo con el fondo incomparable del Coto de Doñana que nos presta su extraordinaria belleza natural, para que el galopar de los caballos tenga un marco natural incomparable. El sol, en esos maravillosos atardeceres sanluqueños, se resiste a abandonar la playa hasta que no entre el último caballo a golpes de fusta de su jinete. Siempre parece que a la última carrera del día le sorprenderá las sombras de la noche, pero esto nunca ocurre. Son esos momentos andaluces donde el tiempo se detiene para saborear la templanza de las cosas armonizadas.

Esto no tiene nada que ver con las Carreras del Hipódromo de la Zarzuela o el sevillano Pineda. Tampoco el desfile de sombreros imposibles de las de Ascot en Inglaterra. No, es mucho más simple. Naturaleza, caballos (el animal más noble de la Creación) y pueblo llano en toda su pureza. Madres afónicas de tanto llamar durante el día a Vanesa para que no traspase los limites de seguridad de la orilla….”Bane, como te ahoges encima te mato”. Adolescentes tumbados entre continuos arrumacos en enormes toallas de Coca-Cola. “Pacos” amorancados y colorados como salmonetes con la media papalina a medio digerir. Suegras sentadas en butacas playeras a rayas con los colores del Depor, pegando una cabezadita que ya sobrepasa las tres horas. Niños con taquillas de apuestas hechas de cartón y donde engrandecen su imaginación infantil. Todos pendientes de que un todo-terreno con una sirena luminosa les haga exclamar de manera compartida….!!ya vienen, ya vienen!!.

Carreras que arrancan según sus Estatutos Fundacionales en 1845. La primera que se celebró en las arenas sanluqueñas fue un 31 de agosto del mismo año. Su origen nos cuentan los historiadores se debe al transporte del pescado en carros tirados por nobles equinos. Quiero pensar que todo empezó cuando a uno se le ocurrió decir….”su p… madre el último en llegar al pueblo”. Y a correr a lomos de hermosos caballos hasta el día de la fecha. Tampoco era plan de no defender el honor de las madres.

Creánme, Sanlúcar –independiente de la época del año- siempre se merece una visita. Es un regalo para los paladares más exquisitos. Buen clima, buena gente, buen pescado y por si fuera poco: la Tierra de la Manzanilla. ¡Cualquier cosa!

Si pueden, vayan a pasar el día cuando el almanaque y la bajamar nos digan que hay Carreras de Caballos en sus playas. Desayunen –desafiando al colesterol- en la Venta el Pan de las Cabezas de San Juan. Lleguen a tierras sanluqueñas cuando ya la mañana este a punto de darle el relevo al mediodía. Visiten la Taberna de La Habana y degusten dos copazos de manzanilla de “La E” o de “Viruta”. Retrocedan sobre sus pasos y aterrizen en la Plaza del Cabildo. Primera visita obligada a la Barbiana, para saborear sus “papas aliñás” (están recomendadas hasta en la Guía Michelin). Luego desembarquen en Casa Balbino. Allí están sabrosos hasta los mostradores, pero no olviden pedir tortillitas de camorones. Llegado a ese punto ustedes sabrán si seguir tapeando o ha llegado el momento de sentarse a comer. Para ambas opciones hay sitios de total garantía culinaria.

Después, por la tarde, vayan a la playa a ver las Carreras (si pueden en un coche de caballos, no resulta caro y es una delicia el recorrido) y a disfrutar con los mágicos atardeceres sanluqueños. Tocarán la Gloria con la punta de los dedos.

Cuando retornen a sus lugares de origenes llevaran los sentires empapados de los placeres de esta bella Ciudad. Serán –a que dudarlo- nuevos pretendientes para conquistarla. Alguien dijo que Sanlúcar es el pueblo más sevillano de la provincia gaditana. Con perdón, ahí un servidor discrepa. No es sevillano ni gaditano, es andaluz, español y universal, , tiene señas de identidad propias y se llama: Sanlúcar de Barrameda.

P.D. Los siguientes días a tan inolvidable experiencia sanluqueña, pongan en su equipo de música u ordenador a Sal Marina y a Manolo Sanlúcar, en ellos estará eternamente el alma sentimental de todo lo vivido en esta bella Ciudad.

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