jueves, 6 de agosto de 2009

Justos por pecadores

Leo el pasado domingo día 26 de julio en el suplemento dominical (Magazine) del Diario de Sevilla, una Carta al Director escrita por una chica de 17 años de edad. Dice acertadamente, entre otras cosas: ….”La libertad hay que saber medirla, y los principios y valores se inculcan en casa. No es justo que siempre se escriba acerca de los aspectos más bajos del mundo adolescente; yo tengo 17 años, no fumo, no consumo drogas y tampoco me emborracho, pero lo mejor de todo es que me divierto más de los que sí lo hacen”. Quien así escribe se llama Tania Díaz.

Es un ejemplo rotundo y clarificador de que no se puede meter a toda la juventud en el mismo saco. Lo que resulta incuestionable es que hoy la gente joven esta fuertemente fragmentada, y con un comportamiento cívico-social y unas expectativas de futuro rotundamente diferenciadas. Los hay –como Tania- dispuestos desde la responsabilidad y sabiendo conjugar deberes y derechos, a gastar la moneda de la juventud sin quedar marcados negativamente para siempre. Sabiendo disfrutar cada momento de esta hermosa aventura juvenil llena de ilusión y futuro. Los otros son aquellos que “pasan” olímpicamente de todo lo que lleve implícito cualquier compromiso con la Sociedad que los educan (o al menos lo intenta) y mantienen. Viven al margen de ampliar (si esto fuera posible) su formación en cualquier sentido. Tan sólo con oir la palabra trabajo ya les entra sarpullido en todo su descansado cuerpo (tengo amigos con hijos que a sus 30 años, aún no han decidido a que dedicarse en el “futuro”). El concepto compromiso no entra en su particular y egoísta ideario personal.

Reclaman de manera permanente que se les proporcione más dinero para cubrir sus “necesidades” con el alcohol, las drogas, los/as colegas, las motos (o coches) y otras diversas”aficiones”, las mismas que los han situado en primera linea del vandalismo más salvaje, el pasotismo y una violencia tan cruel como gratuita.

Lo más grave es que tienen como diana favorita a los “pijos” responsables y empollones, los atacan en todos los frentes: Institutos, Colegios, Discotecas, Ferias o simplemente al verlos por las calle. En muchas ocasiones –y sin ánimo de pecar de catastrofista- con unas consecuencias donde no pocas veces la tragedia hace acto de presencia.

Recientemente en dos pueblos andaluces (los cuales no menciono por no ser relevante, ya que estos hechos pueden hoy producirse en cualquier rincón de nuestra Piel de Toro. Tampoco es bueno que los pueblos se conozcan por sucesos tan tristes y queden luego estigmatizados) se han producido dos agresiones sexuales de una brutalidad terrible. Las víctimas han sido dos niñas (una de ellas disminuida psíquica), y los autores de esta criminal salvajada han sido grupos de jóvenes de distintas edades (incluso los había de 12 y 13 años de edad). Los detalles de la violación ponen los pelos de punta y nos mueven a la reflexión mas dolorosa y a una condena sin paliativos. Lo que ha movido a la indignación es que algunos de estos presuntos violadores quedarán –por su corta edad- exentos y libres de toda responsabilidad civil y criminal. Así lo establece la legislación actual y parece ser que nuestras leyes –como los Diez Mandamientos- nos llegaron un día del Cielo.

Los políticos –para na variar- manejan su doble y ya manido discurso: que no es bueno debatir “en caliente” sobre problemas tan serios, y que son los padres los que deben asumir en primera persona la educación de sus hijos.

Vayamos por parte: lo que ya no admite más demora es mantener un debate a nivel nacional sobre el rotundo fracaso de nuestro sistema educativo. Estos trágicos sucesos son la punta del iceberg. España en general y Andalucía en particular, son cuestionadas seriamente en sus sistemas educativos por sesudos organismos europeos. ¿Citamos fuentes?.

El sistema falla tanto en el fondo como en la forma. Doctores tiene la iglesia de la Sociología y la Política para analizar en profundidad un proceso educativo, donde los profesores necesitan el 20% de su tiempo lectivo para poner orden y mandar callar a los alumnos. ¿Tremendismo?. ¿Demagogia?. Dense una vuelta por la puerta de algún instituto a la hora de la entrada o salida y seguro que compadecen a los sufridos profesores/as con la que les espera.

¿Cómo explicarle a nuestros mandatarios que los padres no representan ningún colectivo afines en responsabilidades y principios?. Son personas y como tales las hay decentes y corruptas. Nobles y perversas. Cariñosas y maltratadoras. Trabajadoras y golfos potenciales. ¿Y que tienen -según nuestros políticos- en común?. Pues eso, que pertenecen al “grupo” de los padres, y hay que exigirles que asuman la responsabilidad que contrajeron al coloborar en el aumento del género humano. ¿Cómo se le puede inculcar valores y principios a un hijo/a cuando el padre/madre ni los tiene ni los tuvo nunca?. ¡Esto es de chiste!.

En las ultimas entrevistas realizadas a don José Antonio Griñán, Presidente de la Junta de Andalucia, este ha puesto de manifiesto que pondrá todo su empeño y afán en potenciar una buena Educación en Andalucia. Como político impregnado de lo mejor de la Social-Democracia europea sabe –y yo así lo creo firmemente- que no hay mayor inversión de futuro que la que se hace en Educación. Pero no pensemos que todo se arregla con más dinero y regalando ordenadores. Si unido a esto no existe un claro concenso político sobe el modelo educativo a seguir poco avanzaremos en el camino correcto. Estimo –y lo he manifestado en algún Toma de Horas- que Andalucía ha salido claramente beneficiada con el cambio de Presidente. Posiblemente el señor Griñán ha entrado a presidir la Junta en los peores momentos posibles. Estamos en pleno período de “vacas flacas” y con una crisis galopante. Ya toca –como hizo en su día el recordado Rafael Escuredo- ponerse al frente de Andalucía y tirar del carro con toda la fuerza que dá esta Tierra sufrida, milenaria y sabia. Mantengo hacia su gestión política el beneficio de una duda razonable. Aquella que el tiempo despejará y nos dirá si ganamos con el cambio, o si por el contrario estamos ante más de lo mismo. Tiempo al tiempo, que este siempre resulta ser un juez inapelable.

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